Opinión

¡Pobre España!

SE ACABA el salchichón. Ya no queda ni el cordel ni la etiqueta. Hay que pedirlo a Bruselas y allí no quieren prestarlo. Si acaso nos mandan unas coles. No se fían. Ruina y paro se adivinan ya muy cerca. No hay un duro y aquí seguimos igual, de vacaciones. ¡Pobre España! Quien te ha visto y quién te ve. Sin nadie al timón y con una oposición que clama en el desierto y que muestra, al igual que el Gobierno de la nación, una mediocridad en sus filas jamás vista en nuestra larguísima historia.

¡Pobre España! Donde te fríen a impuestos y te esquilman hasta el punto de que muy pocos pueden heredar ya el piso de sus padres a los que les costó Dios y ayuda poder pagarlo, para que ahora se lo quede el Estado y pueda pagar malamente el derroche de 17 tribus autonómicas, incapaces de ponerse de acuerdo para abrir los colegios. ¡Pobre España! En donde ya no hay seguridad jurídica ni de la otra, cuando se quedan con tu casa unos ocupas a los que, encima les tienes que pagar la luz y el agua, mientras otros, privilegiados, tienen delante de la suya a 30 policías que no dejan pasear a los vecinos por si molestan a unos moradores bastante chonis y horteras. ¡Pobre España! Con una Guardia Civil pisoteada y vilipendiada al grito de ¡perros fuera! con el beneplácito de un alcalde sin que sus señorías togadas, ni el máximo responsable del ministerio del Interior hayan abierto el pico.

¡Pobre España! En donde ya la Transparencia se ha ido al traste al poco de nacer, con la excusa de la pandemia y el confinamiento, y donde ya todo es secreto, todo es mentira y todo es falso de toda falsedad. Mentira, propaganda y vacaciones. Y decenas de miles de muertos por contar y comisiones de expertos que nunca han existido. La sanidad en manos de filósofos de regional preferente y la filosofía política en manos de Carmen Calvo. ¡Pobre España! Donde escuchar la radio, ver la televisión o leer algún periódico, produce, ahora, acidez estomacal y hernia de hiato. Es tanto el desastre y son tan enormes y numerosos los despropósitos de los que nos dirigen que ya no se sabe a que atender.

La descomposición de nuestra democracia va a una velocidad de vértigo y nadie se pone de acuerdo para afrontarla. Millones de parados, recortes sociales, cambalaches de amigotes a cuenta de dinero público, perdida absoluta de crédito de los partidos políticos y de los sindicatos, clamorosas falta de respeto y consideración a las víctimas del terrorismo etarra realizadas por los propios compañeros de los asesinados, un desapego sin precedentes de los españoles hacia la política y sus representantes y una absoluta falta de credibilidad de muchos periodistas forofos y de los medios informativos en los que trabajan, en manos de grandes corporaciones, son realidades indiscutibles que provocan un enorme boquete en el sistema democrático. Si a todo ello le añaden ustedes el golpe de Estado catalán que sigue en marcha en todo su esplendor de ensoñación porrera, según sentencia memorable, y sus responsables tomando de pitorreo al Gobierno, al que tienen, además, cogido por las pelotas, pues ¿qué quieren que les diga? tienen ustedes una sopa de calamidades colosal. Sopa, que si alguien no lo remedia es lo único que vamos a comer en mucho tiempo. Vayan entrenando con un Sancho Tachirense. Es muy rico y muy barato.

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