Opinión

Salvó los muebles

SE DIO a conocer hace unos cuantos meses como líder de la oposición en las sesiones de control parlamentario en las que se enfrentaba al presidente del gobierno Pedro Sánchez. Y le ponía de los nervios, revolucionándole la ulcera estomacal. Pablo Casado, subía a la tribuna del Congreso y a Sánchez de manera automática se le mudaba el gesto y se le borraba la sonrisa. Y es que Casado tiene un verbo fácil, directo y sin complejos. Llega a la tribuna sin papeles ni guión alguno que leer ni recitar. No le hace falta. Cree firmemente en lo que dice y en lo que defiende y no tiene, por tanto, que hablar disimulando y desde la impostura. A Casado no le obliga, ni le constriñe, ni le compele el discurso de lo políticamente correcto. Y, claro, eso sorprende una barbaridad en un PP lleno de complejos, acostumbrado a darle palmaditas, ñoñerías y mimos melindrosos a la izquierda y disculpándose por existir y por gobernar. Y sorprende, también, a la izquierda celtibérica, que no está acostumbrada, desde su supuesta y pretendida superioridad moral y cultural, a que les canten las cuarenta y les pongan las peras al cuarto. Y es que en esta España nuestra los únicos que tienen derecho a gobernar son la izquierda progre y millonaria que ocupa y controla todos los ámbitos de la vida nacional. No digamos ya los medios de comunicación, que tan graciosamente le regalaron las sorayas y los sorayos del Partido Popular a los Ceausescu televisivos, Ana Pastor y García Ferreras, y demás farándula millonaria y comunicadora separatista catalana, que se las prometían muy felices y auguraban un nuevo descalabro, cuando no la desaparición total, del Partido Popular. Desaparición que evitó, digan lo que digan los sabios de siempre, Pablo Casado. Un Casado, que se encontró con un Partido Popular en una situación delicadísima y con un extraordinario desánimo entre sus militantes.

Mariano Rajoy, realizó una brillantísima gestión económica al frente del gobierno que evito una intervención segura del país, contuvo el déficit público con extraordinarios sacrificios, creo medio millón de puestos de trabajo y realizó una reforma laboral que dio sus frutos económicos. Su error más grave fue haber delegado el asunto del golpe de Estado de los separatistas catalanes en una señora incompetente y fatua; en una pardilla arriolada a la que los golpistas engañaron y tomaron a choteo cuanto quisieron, hasta hacerle estallar el golpe en sus mismísimas narices. Por esa dejación de un problema gravísimo en manos inexpertas e irresponsables, Mariano Rajoy pasó de 186 escaños a 123 en las elecciones del año 2015. En ese pésimo panorama, Ciudadanos le quito al Partido Popular 2 millones de votos y Vox le saco de las entrañas otro dos.

El panorama, pues, de Casado era terrible, pero lo solventó. Salvó los muebles, a pesar de las puñaladas de unos y de otros, de dentro y de fuera.

Y recuperó a un partido desorientado y sin ánimo de victoria. Con firmeza y trabajo duro, recorriendo toda España, logró que muchos de esos votos perdidos volvieran a su sitio. Es un líder joven y preparado y con un discurso valiente, claro y nítido, sin circunloquios ni retoricas, tal y como requiere la triste y peligrosísima situación de balcanización en la que nuestro chantajeado y dependiente presidente del Gobierno ha puesto a toda la Nación.

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