Opinión

Sánchez y los etarras

CUANTOS LLANTOS y cuantos lloros ante las cámaras y los micrófonos; cuantas lágrimas de cebolla; cuanta notas de condena; cuantos lamentos; cuantas manifestaciones; cuantos espíritus de Ermua; cuantas mesas de Ajuriaenea; cuanto clamor político y social; cuantas manos blancas sencillas y sinceras en unos segundos de indignación, muy pocos, pero, también, cuantos políticos, curas y obispos separatistas, racistas y sinvergüenzas, de perfil equidistante y palabras tibias y calculadas que obligaban a sacar los féretros de nuestros valientes guardias civiles y policías por la puerta de atrás de las iglesias. Cuanto cuento chino. Cuanta patraña. Y cuanta repugnancia. Repugnancia y tristeza que sienten, hoy, millones de españoles cuando escuchan a su presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciar que va a acercar a cárceles en el país Vasco a los asesinos etarras. Pero ya se venia venir. Cuando el año pasado se iba a cumplir el 20 aniversario del vil asesinato de Miguel Ángel Blanco, de manera incomprensible en una España, enferma, descompuesta y huérfana, en los últimos años, de los valores humanos más elementales, parte de sus representantes políticos se negaban a rendirle un homenaje a este español, valiente y ejemplar, que dio su vida, precisamente, por ser español y por defender los derechos y las libertades de sus vecinos. Sí, ya se venía venir. De manera increíble, partidos políticos como el PNV, natural en ellos, Podemos y el PSOE en algunos ayuntamientos, se desmarcaron del homenaje a Miguel Ángel Blanco y no apoyaban iniciativas planteadas en Bilbao, Jerez y San Fernando, para dedicarle un espacio público a la memoria de Miguel Ángel. Querían olvidar el asunto, vaya usted a saber por qué oscuros motivos. Pero, muy a su pesar, es imposible esconder y maquillar la vileza de aquel cobarde asesinato, porque los españoles de bien, honrados y sencillos, no lo olvidan. Ni ese asesinato ni los otros cientos en la cuenta de los niños descarriados del PNV.

¿Cuál es la razón, señor Sánchez, para acercar a estos asesinos a las cárceles vascas? ¿Cuál es el motivo? ¿Qué necesidad hay de traicionar a las familias de los asesinados, muchos de ellos socialistas? Claro que lo que piensa todo el mundo, es que esa traición es el precio que tiene usted que pagar por ser un presidente del gobierno de rebote y por la puerta de atrás, al que no han elegido los españoles. A usted le han puesto ahí los herederos de la ETA, los del PNV que recogían las nueces y los golpistas catalanes. Hoy, usted, le ha dado la espalda a las víctimas del terrorismo, como el año pasado lo hicieron los políticos tibios y de la doble moral, dándole la espalda a Miguel Ángel Blanco. Tenía razón aquella valiente anciana socialista, madre del asesinado Joseba Pagazaurtundua quien, ante las cámaras de televisión, calificó de "traidores" y de "sinvergüenzas", a José Luis Rodríguez Zapatero y a Pachi López. Años antes ya le había escrito a López una carta en la que le decía: "Ya no me quedan dudas de que cerrarás más veces los ojos y dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre, llamando a las cosas por los nombres que no son. A tus pasos los llamarán valientes. ¡Qué solos se han quedado nuestros muertos!"

Sí, que solos y que vergüenza, señor presidente del Gobierno de España.

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