Opinión

Trapicheo carcelario

Dicen los periódicos de la capital que el Gobierno de Pedro Sánchez ya ha traspasado, a falta de la firma, al País Vasco las prisiones que se encuentran en aquella región. La firma la han dejado para después de las elecciones de Madrid por miedo a empeorar, aún más, el presumible batacazo que fray Gabilondo se va a pegar con la inestimable ayuda del presidente Sánchez. Marlaska está encantado y los terroristas de la ETA mucho más. Habida cuenta que el presidente vascongado ya ha manifestado que quiere cambiar el modelo penitenciario vasco. Es decir: las victimas en constante atropello y los asesinos en la calle, tomando chiquitos.

Recuerdo hace años cuando una señora socialista que se llamaba Mercedes Gallizo, era la directora general de Instituciones Penitenciarias del ministerio del Interior. Doña Mercedes, al poco tiempo de llegar al cargo dejo claro que no iba a pasar ni una en el complejo mundo carcelario español. Y así, su primera víctima no se hizo esperar. Le toco la china a Mario Conde. Al parecer, el señor Conde, recibía un trato de favor en la prisión donde cumplía condena porque tenía más visitas de las permitidas por los reglamentos penitenciarios. La señora Gallizo corto por lo sano. Así que le envió al blando y comprensivo director de la cárcel el motorista de rigor con su cese inmediato y el agradecimiento de los servicios prestados al Estado y, claro esta, al señor Conde.

La señora directora general había aplicado la ley y el artículo 14 de nuestra Carta Magna que proclama el principio de igualdad para todos los ciudadanos sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de raza, sexo, religión…. y cuenta corriente. En consecuencia, en España, ya se sabe, todos somos iguales ante la Ley y, por tanto, la señora Gallizo había cumplido con su deber de manera admirable corrigiendo y restableciendo una situación de privilegio a todas luces injusta. Nos felicitábamos por ello. Pero aquella encomiable labor de la señora directora en el restablecimiento del orden en las cárceles españolas no alcanzaba a todo el personal. Y es que se daba otra situación de todos conocida, escandalosamente conocida, que era y es, la de los reclusos de la ETA. Los presos etarras “estudiaban” en la Universidad del País Vasco con ayudas económicas no extensibles al resto del alumnado y libros de texto y matriculas gratis. Tenían los terroristas expedientes académicos con calificaciones medias muy superiores a la de los alumnos presenciales en la Universidad; tutores de Herri Batasuna; evaluación de asignaturas a través de trabajos sin control alguno; y obtenían licenciaturas en carreras experimentales sin realizar ni la primera practica, cuando son obligatorias para los alumnos normales. Y qué decir del régimen de vida carcelario con toda clase de privilegios. Uno por celda, cuando los demás reclusos están dos o más y sin restricciones de ningún tipo; llamadas telefónicas extraordinarias; coladas con jabón suavizante, adquisiciones de comida exterior, ordenador personal, traslados a otros centros carcelarios para que mantenga relaciones con sus parejas de otras prisiones; más horas de patio que los reclusos comunes; además de no esperar turno para ir al medico que los recibe cuando se lo exigen; atenciones de psicólogos, etc. Todo ello denunciado por funcionarios y fiscales. Ahora no hacen falta las denuncias. Ahora los sueltan directamente, con el nuevo modelo carcelario del PNV. Una atención de Pedro Sánchez, en esta subasta bananera para seguir en el poder.

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