Opinión

Villalobos

DEBE de tener un cabreo monumental. Apostó a caballo perdedor y el sábado le dieron un disgusto morrocotudo los votantes de Pablo Casado. Votantes que, según Celia Villalobos, son de extrema derecha. Así lo dijo y se quedó tan pancha. Y es que esta señora es así. Una cachonda militante del PP que lleva en las filas conservadoras desde cuando en la calle Génova aún no había semáforos y era alcalde de la Villa y Corte el señor Arespacochaga. Doña Celia, como otros muchos profesionales de la política, puso toda la carne en el asador para apoyar a la ex vicepresidenta del gobierno de España en su lucha por la presidencia del PP y perdió claramente. Y es que así es la democracia. Unos ganan y otros pierden en las urnas. Y hay debates y se hacen videos contra el contrario, y los militantes escuchan, discuten y opinan de unos y de otros y, además, les importa un pito lo que escriban en el diario El País. Y, al final, se vota. Y ganó Casado y perdió Soraya y la señora Villalobos con ella. Que le vamos a hacer. Doña Celia, ya se sabe, es una progre del PP que no le gusta ser de derechas y tiene, por tanto, las ideas un poco confusas. Ella es más bien de izquierdas pero no tuvo más remedio que fastidiarse cuando José María Aznar la nombró ministra de Sanidad. Los días antes a jurar el cargo ante el Rey estaba insoportable, porque ella no quería estar en un gobierno de fachas que presidia un tío de Madrid con bigote y muy mala leche. Pero la obligaron. Y, claro, el sueldo es bueno y como tenía los hijos estudiando en la Universidad no le quedó más remedio que decir que sí. Pero, insisto, ella es de izquierdas. No sé si de Izquierda Socialista como lo fueron Gómez Llorente, Santesmases y Pablo Castellano o de Izquierda Republicana como el partido de don Manuel Azaña, salvando las distancias, claro. Pero el hecho palmario es que ella no es de derechas. Ella es un poco progre y un poco pija y pertenece a ese sector Capri del Partido Popular del pasteleo que tiene los principios como Groucho Marx. Un sector confitero en el que militan personas que se sentirían mucho mejor en el Partido socialista, pero que por tradición familiar y chollo mediante están en el Partido Popular del que no conocen ni por el forro una sola línea de su ideario político. Es la facción del petisú, una corriente muy guay y muy coleguilla y sumisa con los adversarios políticos y tremendamente déspota y maleducada con sus compañeros de militancia a quienes consideran unos fachillas y a los que solo saludan cuando hay que suplicar el voto en campaña electoral. La señora Villalobos, no cree en ideologías ni en principios. Los valores y los principios le aterrorizan. Dice ella que no piensa que el apartido conservador deba afirmar sus principios y rearmarse ideológicamente, como ha propuesto el nuevo líder del PP. Para doña Celia, el señor Casado quiere convertir al PP en una religión y en una secta. En fin, que no tiene clara su posición. La señora Villalobos lo único que tiene claro, visto lo visto, es el coche oficial y el sueldo magnifico que cobra gracias a los millones de fachas que la votaron. Sueldo que, no lo duden, seguirá cobrando. Ya saben, los principios.

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