Opinión

Afilador

ENTENDER QUE nada ha pasado cuando sí está sucediendo no deja de ser una enfermiza forma de negar la evidencia. Cuesta mucho digerir mensajes o, más bien, panfletos verbales que apuntan a una recuperación tangible y palpable para la vida de las personas. De campañas electorales y acudir a la desafiante urna, cada poco tiempo, a estas alturas, ya sabemos un rato en España. Desde luego, este último año ha sido un verdadero maratón: un irrepetible master en derecho democrático con un coste millonario. Aunque ya se sabe: está justificado con el argumento del «desacuerdo político». En todas y cada una de las campañas no hemos podido evitar escuchar afirmaciones que besaban, con pasión, los labios de una verdad travestida de mentira: «Lo peor ya ha pasado». Sin ir más lejos, esta semana se celebró el Día Internacional de la Erradicación de la Pobreza; no es muy comprensible que solo se dedique una jornada a la principal problemática de la humanidad; pero, el calendario, y quienes lo diseñan en la ONU, son así de caprichosos. Parece que con un día: ¡basta! Lo alarmante no es esta falta de compromiso. Es, según EAPN, que la sociedad española va a precisar de 225 años para despojarse de las pegajosas capas de cebolla de la denominada pobreza relativa. Es decir, disponer de unos cientos de euros mensuales para lo más básico. Toda una utopía si tenemos en cuenta que la tijera de los recortes sigue en manos de un experto afilador a la espera de que el Parlamento encienda, de nuevo, la luz verde para seguir cortando el andrajo en el que ya ha quedado nuestro bienestar social.

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