Opinión

Banderas

LA DEPORTACIÓN a Turquía amanece como la ingeniosa idea de la UE para dar salida a la llegada masiva de refugiados. Una infame respuesta de gobiernos que forman parte de los denominados estados miembros, que obligan a otros a hacer lo que ellos no hacen, para abordar un problema humanitario de proporciones incalculables. Operación de política neoliberal que también abre la puerta a la expulsión ‘accidental’ de inmigrantes ajenos al corredor migratorio procedente de Siria. Un insultante acuerdo con el ejecutivo turco que solo trata de trasladar el grueso del drama a otro escenario. A un lugar impropio. Y todo a cambio de una transferencia bancaría con miles de millones de euros dónde la austeridad económica ha sido la gran desterrada de Bruselas por una temporada. “Para algunas cosas sí y para otras no”. Este infame panorama viene provocado por quienes izan la bandera de los derechos humanos allá y la entierran aquí; a orillas del mar Egeo o del Mediterráneo. Una reprobable táctica que desoye las multitudinarias conciencias solidarias con la finalidad de proteger una minoría de intereses de económicos. Mercantilizar a los refugiados ya no es una remota ocurrencia de un grupo de insensatos dedicados a la política. Es una Aplastante realidad que ha logrado decolorar el color azul de una bandera a la que, poco a poco, se le caen las estrellas de la dignidad.

Comentarios