Opinión

Elegancia

AL LLEGAR se percibe un ambiente diferente, casi extraordinario. El trato hospitalario es la única y posible respuesta. No se conoce otra forma de recibir al huésped, al extranjero, a quien ha recorrido miles de kilómetros para patear por las comunidades más humildes de su país (El Salvador). La puerta de la casa siempre está abierta para todos y para todo. Solo se echa el cerrojo por la noche. Pero, mientras tanto, el interminable devenir de personas que entran y salen no cesa. Tiene la creencia que para desconfiar de alguien o algo hay tiempo. De su mano se han criado numerosos niños y niñas que no han salido de su vientre. Adora a la infancia. No lo disimula. “Sale del corazón”, nos dice con una mirada generosa. Edith Portillo es esa gran madre a la que uno llamaría a deshora para hablar o pediría ayuda con la seguridad de que la obtendría. Al conocerla, a muchos nos hubiera gustado regresar a la niñez para ser instruidos por ella. Mujer de carácter indomable, y recia en convicciones, le planta cara al machismo y a la pobreza. Madruga para no dejar escapar un segundo de vida. Cada mañana recorre innumerables lugares donde la injusticia social se esconde bajo el techo de una ‘champa’ (infravivienda). Un poco hoy. Otro poco mañana. Ese es su estilo. Y nunca pierde la esperanza de transformar realidades a base de combinar algo de dignidad y otro tanto de elegancia.

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