Opinión

¡Justicia!

EL ESPECTÁCULO es esperpéntico. En cada juicio se repite la misma patraña. Desfilan los mismos e increíbles argumentos para defender a un acusado por violencia machista. Para ello, se inventan una colección de pantomimas, con una frialdad, que congela cualquier esperanza de que allí se haga algo de justicia. En esta ocasión nada cambia, nada es distinto a otras situaciones: Él acaba con ella. Y, en sala, durante unos minutos de absurda declaración, pide un perdón tan impostado como interesado. Sabe que ya nada tiene remedio después de haberse cegado al recibir un NO por respuesta. El zarpazo fue tan letal que veinte cuchilladas fueron definitivas para aniquilar la vida de una joven mujer de Pontevedra que solo había decidió terminar con la relación. Ahora ya sabemos por qué. Y suplicó unas cínicas disculpas a sabiendas de que la familia de Concepción Reguera se encontraba en la última fila de bancos de la sala de la Audiencia; sufriendo hasta el infinito al recordar, otra vez, que sucedió a escasos metros de casa, la madrugada del 24 de octubre de 2015. Resulta imposible que la empatía logre situarnos en su lugar. Pero, en los momentos de un tenso silencio, unos cruzamos los dedos. Otros, los más creyentes, rezaron para que en el camino de sus hijas nunca se atraviese un tipo como José Antonio Lusquiños, regalando un amor envenenado a base de violencia y muerte. ¡Justicia!

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