Opinión

Lepaterique

EL ABRUPTO camino al pequeño pueblo de Lepaterique (Honduras) golpeaba en las costillas sin piedad. Lo meritorio era avanzar cien metros sin saltar del asiento.Nunca hubo plata, o llegado el momento la robaron, para asfaltar aquella pista que reunía unas condiciones pésimas para conducir una ‘pick up’. Aquello se convertía en materia reservada solo para pilotos expertos. Guiados por Raquel, una mujer muy activa en el humilde universo de las comunidades rurales, desafiábamos al reloj para llegar en hora. A pesar de haber saltado de la cama a las cinco de la mañana, el tiempo se volatilizaba sin entender cómo; uno de los tantos enigmas que esconde Centroamérica en sus cavernas. Tras un sinuoso descenso alcanzamos el objetivo: visitar una radio gestionada por jóvenes de la localidad. Ese día, un jueves del mes de septiembre, estaban de estreno. Acababan de alumbrar un inmenso proyecto para el desarrollo de la comunidad. Muchos vecinos recorrían entre una y dos horas caminando con el deseo de no perderse un momento histórico; procedían de diferentes aldeas del perímetro municipal. Aquel acontecimiento había paralizado la rutina diaria. Solo se hablaba de un tema de conversación. Todo el mundo quería saber cómo se lograban “encerrar unas voces en el interior de un receptor”. Pero lo más emotivo fueron las primeras palabras que pude escuchar de aquel modesto locutor de referencia: “"Hoy, aquí, solo se habla de radio en la radio. Bienvenidos"”.

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