Opinión

¡Mucho alimento para la Aporafobia!

LA ACTUAL corriente política, contraría a construir un sistema de convivencia en el que se dé cabida al inmigrante o refugiado, es la evidencia más incontestable del rechazo acentuado a aquellas personas que presentan notables diferencias en aspectos culturales, sociales y, por supuesto, a nivel económico. Un pensamiento que aumenta, se extiende y baña algunos inesperados rincones de Europa y países como Estados Unidos. Ese miedo a lo desconocido o la consecuencia de una supina ignorancia acaba por camuflarse en una relación de supuestos paradigmas que logran dar sentido una opción política. Una de esas peligrosas referencias que actúan como un lobo con piel de cordero en un sistema democrático. De esa forma se legitima un pensamiento que colisiona directamente contra los mismísimos Derechos Humanos. Según la catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, Adela Cortina, en su libro Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia, la llegada de un extranjero como turista no recibe, desde luego, el mismo trato que otro que busca en un territorio ajeno al suyo una oportunidad para desarrollar una vida con mayor nivel de dignidad. Esta tozuda realidad pone al descubierto el espíritu materialista y superficial de los Estados y sus diferentes sociedades. Amor por una cosa y repulsa por otra. Es decir, uno resulta bienvenido por el volumen de negocio que puede generar. Y otro resulta detestado por su falta de recursos básicos. A esta última situación también se le añaden aquellas personas que padecen, a nivel local o regional, los efectos propios de la pobreza. Quienes han caído en el oscuro pozo de las carencias. Una segunda fotografía que retrata el nivel de desprecio que un pobre padece ante el resto. A esta escena se le denomina como Aporofobia. Un término muy ajustado a la situación que acuñó la catedrática Cortina hace más de dos décadas que, sin embargo, la Real Academia de la Lengua Española no ha tenido la consideración de incluir entre las nuevas acepciones. Y no será por tiempo transcurrido o axiomas. Se trata de definir "el rechazo, la aversión o el temor proyectado hacia el pobre, hacia el desamparado que, al menos en apariencia, no puede devolver nada bueno a cambio". Con esta aportación queda muy bien trazada la línea divisoria entre la Xenofobia y otro tipo de fobia que, pensándolo bien y siendo objetivos, puede afectar a la mayoría de la población que compartimos el planeta. Porque no olvidemos que los recursos y la riqueza están concentrados en un 15% de personas contra los 1.300 millones de pobres viven en el mundo, según estimaciones del Banco Mundial. ¡Mucho alimento para la Aporafobia!

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