Opinión

Plan Marshall

APARECIÓ DURANTE ‘el cara a cara’ entre Rajoy y Sánchez. El considerado primer plan de la cooperación al desarrollo recibió una tímida alusión en los minutos finales de un debate que se convirtió en una inédita reyerta política retransmitida por televisión. De repente, en medio de la bronca, al candidato popular se le escaparon un par de inesperadas palabras: “África y Plan Marshall”. A raíz de ello, llegó a explicar que la solución de la pobreza en el continente negro pasaba por desenterrar la filosofía de aquel afamado proyecto de reconstrucción tras los devastadores efectos humanos de la II Guerra Mundial. Aquel que sería todo un ejemplo en Europa y en el mundo. Aquel que permitiría a Alemania y a Francia cimentar su presente y planear su futuro. Aquel que se estudiaría en la Universidad. Aquella novedosa fórmula de trabajo que, además, acabaría siendo la actual hoja de ruta de las ONG’s. Pero, como suele suceder, se precisa de criterio, voluntad política e inversión. Toda una contradicción, al revisar el presupuesto dedicado al AECID (principal agencia pública de Ayuda Oficial al Desarrollo) a lo largo de la legislatura. En él si algo ha quedado claro es la obsesión por contentar a Berlín y la Troika a base de empobrecer las políticas internacionales de solidaridad a máximos históricos.

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