Opinión

Proactiva Open Arms

NAVEGAN POR un Mar Mediterráneo acostumbrado a tragarse todos los días a seres humanos que, a una carta, se juegan la vida con el sobrepeso en la mochila de haber soportado las terribles consecuencias de la pobreza y la violencia en diferentes contextos de África. No son pocos los lugares sumidos en un caos humano y social a causa de la carencia absoluta de los recursos más básicos o la perpetuación de conflictos armados: vale con mirar a Siria que está o a Libia que estuvo en guerra para darse cuenta de la grave situación que genera este infame negocio. La lista de escenarios atrapados por estas y otras injusticias es larga. Y las posibles soluciones se pierden en una especie de limbo con el paso el tiempo. Bien sea por inacción o por una descarada falta de voluntad. Pero, nadie o casi nadie se esmera por proporcionar una serie de medidas que conduzcan a la ansiada estabilidad que, para muchas personas, se ha convertido en una verdadera utopía. Aunque sí saben que en otras realidades la gente desarrolla su vida rodeada de un mayor número de oportunidades. Sin balas y bombas paseando por la puerta de casa. Sin tener que recorrer kilómetros y kilómetros para acceder a algo tan esencial como un trago de agua. Sin temer por el contagio de enfermedades que tienen cura pero allí no. Por estos supuestos, y otros muchos que no alcanzamos a imaginar, miles de seres humanos buscan las coordenadas del rumbo al norte para quemar una última baza que cambie sus propios destinos. Entre medias deberán cruzar diferentes países, territorios hostiles como desiertos o lanzarse al mar en una balsa neumática que se conoce como patera. Lo hacen echando el cerrojo a la razón para no detenerse en sus pretensiones. En estos casos no está permitido pensar. Se hace más necesario dejase llevar por una sucesión de impulsos alimentados por la desesperación más extrema. Al hablar con quien ha sobrevivido te asegura que es la única manera de armarse de valor para saltar al mar de la incertidumbre. Y te cuentan que cuando se dan cuenta el paisaje se compone de una inmensidad de litros y litros de agua salada donde las horas se hacen eternas. Donde vivir un minuto más es un desconocido privilegio. Donde la muerte busca nuevas víctimas que sumar al día. De repente, todo parece estar perdido. La deriva persigue a otra deriva. La desesperación crece como la mala hierba en un campo descuidado. Y, en el horizonte, se intuye un barco que combina el blanco con el rojo. Poco a poco se aproxima y, en esta afortunada ocasión, comienza el rescate de 60 personas. Se trata de una bendición después de tanto rezar y llorar de miedo. La vida concede una segunda oportunidad. Ahora, queda encontrar un puerto seguro. España autoriza amarrar en el puerto de Barcelona y atender al pasaje a nivel sanitario, social y legal. Esta vez, sí. Y toda esta bella escena sucede mientras en un punto indeterminado del mar otra patera, con un número similar de vidas humanas, esperan correr la misma suerte. Una suerte que, en la actualidad, se conoce y reconoce como: Proactiva Open Arms. ¡Gracias!

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