Opinión

¿Qué puede cambiar el mundo?

LAS DECISIONES importantes parece que son un campo solo abonado para mentes adultas que expropian parcelas de futuro de las nuevas generaciones. En muy pocas ocasiones se ha agacha la oreja para escuchar las inquietudes de niños y adolescentes sobre el mundo que desean recibir y gestionar en el futuro. Son muy pocas las veces que un mandatario político es permeable a las peticiones más básicas de un menor. A esas supuestas cosas poco importantes. Paradójicamente, la legislación internacional de los Derechos de la Infancia está elaborada solo por los mayores que dirigen los destinos del planeta en organismos y asambleas como las que se celebran en la ONU. Es cierto que resulta necesaria la aportación y participación de los adultos para una serie de cometidos políticos y administrativos.  Ahora bien, esto no puede ser sinónimo de usurpación de espacios, por norma. Una realidad que acontece con mayor frecuencia de la deseada porque son contadas las ocasiones en las que la voz u opinión de un crío o una cría permea en una decisión de gobierno o en un debate político. Es decir, mayores decidiendo por ellos que sienten como son solo tenidos en cuenta para justificar determinadas acciones. Y poco más. Ya se sabe que el patriarcado lo inunda todo. Ocurre lo mismo con las leyes de género e igualdad: en la mayor parte, son hombres quienes redactan y debaten dichas leyes en un parlamento. Toda una contradicción a pesar de la creación de unas comisiones específicas que tratan de darle unas cuantas capas de barniz inconsistente a tal realidad. Pero, los hechos son muy tozudos: ¿cuántos niños y mujeres padecen pobreza?, ¿por qué los recursos educativos y sanitarios no llegan a todos?, ¿quiénes son los principales perjudicados en los conflictos bélicos? Siempre, los mismos. Siempre la misma respuesta. Insoportable. Se habla y se predica sobre un futuro para las generaciones venideras que nunca llegará. Se insiste en construir unas expectativas con una base no cimentada en la educación, salud o protección social. Más bien, todo lo contrario. Las reacciones suelen ser tardías y lentas cuando los problemas ya son irreversibles. Y, en la mayoría de los casos, un lápiz,  tal y como divulga Malala, actual premio Nobel de la Paz 2014: "Un pupitre y un libro hubiesen sido elementos suficientes para provocar cambios sociales en diferentes culturas y contextos del mundo". Nos hemos negado tomar el camino de la lógica. A hacer lo fácil y huir de lo difícil. Resulta inexplicable que, dependiendo de nosotros mismos, sigamos obsesionados en retorcer el hierro en lugar de enderezarlo. De tanto insistir lo acabaremos rompiendo. Y, después, ¿qué puede cambiar el mundo?

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