Opinión

Rebeca

ESTUVO A punto de perder la delicada salud sumergida en un vertedero donde respirar se convertía en un increíble mérito. Al vertedero de ‘La Chureca’ llegaban millares de kilos de desperdicios. Atrapados en medio de una kilométrica extensión, en un rincón de Managua (Nicaragua), deambulaban seres humanos necesitados de todo. Pasaban los días a la caza de un objeto de valor enterrado en un mar de escombros. Algunos optaron por residir en su interior y otros no. Rebeca y su familia decidieron lo primero. Construyeron una humilde chabola e instalaron sus vidas en medio de la máxima expresión de la pobreza: humo, explosiones y olores insoportables eran tan solo una mínima parte de las condiciones. Otras pasaban por superar la falta de comida, higiene y seguridad personal. Las peleas y agresiones eran continuas. Y en el caso de las mujeres, las amenazas se multiplicaban por diez. Había que afrontar los riesgos a ser violentadas. Y no resultaba nada fácil.Una mañana, un proyecto consiguió despertar la dignidad de miles de personas. De las raíces de aquel basurero nacería un barrio de viviendas sociales. Sus habitantes, antiguos ‘churequeros’, tuvieron que recibir capacitación para poder abrir un grifo, encender una bombilla o utilizar el gas. Entre ellos se encontraba Rebeca, quien ahora recibe a sus huéspedes ofreciendo un sabroso café y una atractiva conversación.

Comentarios