Opinión

Tablas

ES POSIBLE que vivir enrocado en un campo de refugiados aporte una enorme capacidad de apreciar el más mínimo detalle. De manera intuitiva. Sin forzar la máquina. Como si tuviésemos instalando, en medio del genoma de nuestras emociones, un microscopio de última generación con el que poder detectar cualquier pequeña partícula de humanidad.

Dicen que en los recónditos laboratorios como este suele renacer la solidaridad; donde los gestos acaban convertidos en hechos; donde el compromiso construye vocaciones o donde los pensamientos cristalizan en una ideología. De esta forma, descansa el altruismo, el desinterés, la empatía. Supuestos valores que cimientan la construcción de una relación y, a su vez, un proyecto en el que implicarse para mejorar el presente y garantizar el futuro ajeno. Una parte da y la otra recibe. Y viceversa. Pero, en ocasiones, la pureza de algo tan hermoso se pervierte con espurias motivaciones que caen por el precipicio del poder, el dinero o el egocentrismo. Ocurre con frecuencia aunque, afortunadamente, no es el caso.

La asociación Xadrez Pontevedra ha tomado el tablero bicolor como una poderosa herramienta con la que dignificar la vida de los residentes del campo de Azrak, en Jordania. Uno de los lugares más masificados por personas que ansían un abrigo ante los terribles efectos de la guerra o la pobreza en la región. Por segundo año consecutivo han decidido seguir tallando la llave con la que abrir la puerta de una escuela de ajedrez para arrebatar a la realidad un pedazo de normalidad.

Un espacio en el que niños y mayores aprenden a poner en aprietos a una monarquía vestida de blanco o de negro. No obstante, bien pensado, el color es lo de menos porque lo verdaderamente divertido se centra en pensar en cómo ganar una partida. En concentrarse para alcanzar el momento mágico en que entonar la universal frase de dos palabras: “jaque al rey”. Toda una fórmula que logra anular el sentimiento de impotencia que significa vivir sin nada en medio de la nada. Este segundo asalto solo pretende fecundar un tercero. Continuar con una acción voluntaria rebosante de ilusión por cambiar algo.

Por alterar las duras condiciones en las que centenares de miles de seres humanos resisten a diario. Y para tal loable objetivo el tablero y las fichas del ajedrez se han convertido en el pretexto perfecto con la que abrazar a familias y pueblos enteros que solo necesitan respirar unos litros de oxígeno entretanto dióxido de carbono emitido, sin tregua, por las chimeneas de la codicia del dinero. Bocanadas de esperanza con las que lograr, al menos, un resultado de tablas ante la vida.

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