Opinión

Y van dos

LAS ABERRACIONES en la frontera de México con Estados Unidos no cesan. Preocupa, en gran medida, el trato que reciben los niños y las niñas procedentes de los diferentes países de Centroamérica que migran buscando unas mejores condiciones; huyendo de la violencia y la pobreza enquistada en sus distintas realidades. Que alcanzan ese punto después de una interminable travesía arriesgada, a todos los niveles, cruzando por diferentes escenarios de peligro. Muchos de ellos, viajan sin la debida y necesaria protección de sus padres. Lo hacen solos asumiendo toda clase de contingencias: rapto, abusos o violación. Amenazados por una alargada sombra para sus vidas sin una leve medida que garantice su seguridad. Diferentes ONG’s defensoras de los derechos de la infancia vienen alertando de esta realidad que, desgraciadamente, ya se cobra dos vidas: una niña y un niño guatemaltecos. Pero, su muerte no se produjo en territorio mexicano. Tampoco en Guatemala, Honduras o El Salvador. Ocurrió bajo la custodia de las autoridades estadunidenses. Ella fallecía el pasado 8 de diciembre en manos de la patrulla fronteriza. Él, en situación similar, el día de noche buena. Ambos llegaron exhaustos con síntomas de deshidratación, carencias por mala alimentación y con el sistema inmunológico debilitado. En esas lamentables condiciones cruzan de un país a otro. Pero, ninguno garantiza nada. Más bien, les obliga a realizar un último esfuerzo ante el maltrato institucional que reciben. Y mucho más acusado en el caso de la administración de Donald Trump. En, no pocas, ocasiones (como ya fue denunciado) son encerrados en jaulas durante semanas mientras se resuelve su situación judicial. En otras son trasladados al conocido campo de El Tornillo, donde son separados según el género, duermen y conviven en grandes tiendas de campaña y no tienen los recursos mínimos para seguir una educación básica para su formación. Unas condiciones muy alejadas de una política responsable ante lo que debería ser, y no es, una óptima recepción de menores migrantes. En esas aguas turbulentas navega un errático presidente de EEUU que ya se ha visto en el serio compromiso de rectificar y promulgar decretos exprés para mitigar el escandalo mundial cuando se supo de la separación de los niños de sus padres en el paso fronterizo. Ahora, la situación resulta más grave: dos menores han perdido la vida. Y la primera reacción política se ha reducido al anuncio de la apertura de una investigación sin mayor nivel de autocrítica. Ahí se ha quedado el asunto mientras Trump, irritado por lo sucedido, adopta la decisión de cortar la cooperación con los países de Centroamérica que permitieron el paso de la Caravana Migrante. Otro eslabón a la cadena de irresponsabilidades porque este hecho incrementará el número de seres humanos que tomarán el camino del norte. Y, entre ellos, muchos menores susceptibles de aumentar la fatídica cuenta. De momento, van dos. ¡Ojala, la suma se detenga aquí! 

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