Opinión

El despertar de la fuerza se queda para los cines

EL ÚLTIMO CIS, señalando a un 40% de votantes indecisos, vino a justificar un poco la sobredosis de adjetivos con la que Atresmedia nos publicitó este cara a caras esta última semana, ese delirio de “decisivos”, “determinantes” y “trascendentes”. El formato, que mal no estuvo, nos lo habían vendido como si lo hubieran cincelado a seis manos Pastor, Vallés y Will McAvoy recién salido de un capítulo de The Newsroom. Y no llegó a tanto.

El empaquetado de la previa fue, quizá, el más destacable de los quiero y no puedo del show. Fue algo tan mortal que tuvieron que poner como micro de pista a Albert Castillón, el señor de los sucesos truculentos de Espejo Público. En las dos horas de calentamiento de la emisión los contendientes aceptaron hasta llevar una cámara en el coche de camino a los estudios. Quedó sensacionalista. Tanto que en un momento dado parecía que iba a aparecer en plano Agustín Pantoja llevando a su hermana Isabel a Cantora. Por cierto, una serendipia: a la Pantoja, metáfora viva de este país, la hemos estado viendo los últimos meses en la calle con la misma frecuencia que a Rajoy... Tres permisos penitenciarios frente a tres campañas electorales.

"En semanas hemos visto el final de la década K en Argentina, el triunfo de la ultraderecha en Francia, el tropiezo del chavismo en Venezuela, al Real Madrid fuera de la Copa y la ruptura de Belén Esteban con Toño Sanchís. Si hemos sobrevivido, podemos sobrevivir a todo lo que pase el 20-D"


Pero claro, Rajoy no llegó a tiempo al debate porque ha preferido bajar de su “Olímpo aristocrático” -donde lo encardinaba Gabilondo en los fríos meses de plasma- por las escaleras que llevan a la casa de Bertín Osborne y que, por lo que se ve, linda con el chalé de María Teresa Campos. Así que fue Soraya Sáenz de Santamaría la que ejerció de primera ministra en plena “operación Menina”, que es como denomina Pablo Iglesias al presunto pacto secreto (¿?) entre PP y C's para que el día de la investidura Rajoy se quede con los niños jugando al futbolín que le regaló Feijóo. En resumen y según esta teoría, en caso de que la aritmética caiga del lado del centro-derecha, Rivera pondría: a la Vicepresidenta, en la Moncloa; a Pedro Sánchez, de monitor de gimnasio, y a Pablo Iglesias, de profesor que se convierte en vieja gloria siendo todavía joven.

Dice Iglesias que de la operación Menina se enteró “porque se comenta en internet”, una conclusión a la que también se puede llegar, sin tener wifi, dando un paseo por Madrid y viendo quién sale en las farolas arrendadas a los populares. Y en el debate bastaba ver las amables miradas por la diestra de plató... Daban a entender que en la colección invierno-primavera se van a llevar [bien] los naranjas y los azules.

Y si hablamos de colores, hay que citar a Pedro Sánchez, que casi los llevaba todos puestos a la vez: marrón, negro, rojo, blanco y azul. Ni así el socialista logró sobresalir, especialmente en la segunda parte del debate en la que quedó todo en manos de Rivera, Iglesias y Sáenz de Santamaría. Tampoco tenía por qué hacerlo cuando lleva meses esperando a que el resto patinen solos mientras la derecha le hace el trabajo sucio de alimentar el miedo a Podemos. Él parece convencido -y puede que sea el único- de que lleva en el bolsillo un imán de votantes de centro. Y a ello siguió en la noche de este lunes.

A lo mismo siguieron, también, Rivera e Iglesias, como era previsible. Eso sí, uno de pasarela y otro de sport. Y los dos con pecado en lo estético: el segundo, en forma de surquillo de sudor bajo el ala derecha; el primero, con una espuma de efecto mojado que le daba un toque noche de fiesta un tanto innecesario. Con tres citas electorales tan recientes ni a los emergentes les quedaban conejos en la chistera o recovecos que buscarle a la agenda. Son casi todos los mismos ítems desde las Europeas, más suavizados en el caso del profesor y más dibujados en el caso del líder de Ciudadanos.

"Vamos a modificar la Constitución y no es para tirar cohetes porque en este país las Constituciones las hacemos mal. La única que dejamos 'niquelada' nos duró lo que tardó en marcharse el último francés"



Lo más nuevo que hemos visto sobre la mesa en esta ocasión es que parece que nos vamos a poner antes o después a modificar la Constitución. Pero tampoco es como para tirar cohetes porque en este país las Constituciones las hacemos mal. La única que dejamos niquelada nos duró lo que tardó en marcharse el último francés, momento en el que Fernando VII dejó de calcetar y se puso a seguir sacando puntos para su merecidísimo título de Mayor Hijo de Puta de la historia de España.

Al final, lo que está claro es que estas cosas las hacemos más por el cotilleo y rellenar las páginas que por los indecisos. Lo previsible era que no hubiera nada nuevo y así fue. Y por más que nos levanten las expectativas de cara al 20-D, en el que parece que o se acaba el mundo o hacemos Historia, poco ha podido inclinarse después del combate televisado.

No sufran. En unas semanas hemos visto el final de la década K en Argentina, el triunfo de la ultraderecha en Francia, el tropiezo del chavismo en Venezuela, al Real Madrid fuera de la Copa del Rey y la ruptura de Belén Esteban con su inseparable Toño Sanchís. Si hemos sobrevivido a eso, podemos con todo pase lo que pase el día 20. Es más, tras esta sobredosis de año electoral, servidor se inclina a pensar que lo más emocionante que va a pasar este mes es que vuelve a los cines la Guerra de las Galaxias. Eso sí que va a ser El despertar de la fuerza.

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