Opinión

Un animal político

HAY VECES que los tópicos son tan ciertos como inevitables y en este caso parece obligatorio comenzar diciendo que este jueves se retira un auténtico animal político. Independientemente de la ideología de cada cual o del juicio que se haga de su gestión, Orozco fue el alcalde al que todos los vecinos presumían de tratar. Fue el alcalde que durante un tiempo, armado con una libreta, apuntaba toda queja u observación de los vecinos, el que contestaba en Telelugo a los ciudadanos reconociéndolos, en ocasiones, con sólo escuchar su voz. El mismo que podía tardar media hora en recorrer la rúa da Raíña entre saludo y saludo. Y el que casi gana las elecciones con una doble imputación a sus espaldas.

Orozco pone fin a 16 años de gobierno en los que demostró que podía compatibilizar carácter y capacidad de negociación según se terciase y, casi siempre, con resultados provechosos para su partido. Y se va después de un amargo periodo marcado por la operación Pokemon, que le ha supuesto un doloroso desgaste personal y político y que ha desembocado en una peculiar paradoja: no lo retira la oposición, sino sus teóricos socios de Gobierno.

La semana pasada su abogado aseguraba que la llave del gobierno de Lugo la tenía Pilar de Lara, a la que reclamaba que lo desimputase para poder limpiar su nombre. Sin embargo, de haber llegado esa hipotética decisión tampoco parece que las restantes fuerzas de izquierdas le hubieran permitido reeditar su idilio con el bastón de mando. Aunque eso nunca lo sabremos.

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