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Galicia reina en Forbes

La comunidad, a la cabeza de España por el patrimonio que acumulan sus grandes fortunas

HASTA el mismísimo Luís Villares, el entusiasta líder de En Marea, se sorprendería si conociese realmente el poco uso que hacen del coche oficial algunas de las grandes fortunas patrias, los multimillonarios gallegos de Forbes. Sin ir más lejos, Luis Fernández Somoza, el expropietario de Azkar, suele llegar a la oficina y a cualquier acto público al volante de su propio vehículo. Sandra Ortega, primogénita del fundador de Inditex, conducía un Renault de gama media hasta hace nada. Y su madre, la fallecida Rosalía Mera, era asidua al taxi. No será por dinero, obviamente.

Villares puede pecar de cierta bisoñez, y a buen seguro sigue a vueltas con el tema del coche oficial y el secretario, pero lo cierto es que le vendría muy bien conocer el discreto perfil de esos gallegos que son legión en Forbes, la biblia del dinero que una vez más retrata las cien grandes fortunas de este país. Si hay que hacer cualquier amaño a un mueble achacoso en casa, nadie mejor que Manuel Jove, el dueño de Inveravante y expropietario de Fadesa, para dejar como nuevo el bargueño. Para algo comenzó de carpintero junto a su hermano Ángel. A Amancio Ortega todavía le gusta que sus íntimos le llamen Cholo, como siempre.

Así son los gallegos que reinan de nuevo en Forbes, una revista que hace un repaso singular a los millonarios españoles, pero que en esta ocasión presenta, si se mira a Galicia, un matiz sustancial y que invita a la hipérbole en forma de euros. Y es que Cataluña, con Isak Andik (Mango) al frente, reúne el mayor número de ricos, con 27 fortunas, frente a las 25 de Madrid. Sin embargo, atendiendo a las comunidades que mayor riqueza generan y patrimonio acumulan, Galicia se sitúa a la cabeza, con 83.600 millones de euros, muy por encima de la segunda, Madrid, con 38.500 millones. Cataluña se quedaría en tercer lugar, con otros 32.475 millones.

Todo esto tiene un explicación, y reside en Arteixo, que hasta cierto punto lo distorsiona todo. Ortega lidera de nuevo la lista Forbes, con 71.000 millones de euros, fortuna que equivale a la de los 24 siguientes nombres del ranking. Su primogénita, Sandra, la del Renault, ocupa la cuarta posición, con 7.600 millones, y es la española más rica. Pero Forbes va mucho más allá del Universo Inditex, y nos permite descubrir otros astros que brillan en el firmamento del dinero. Son gallegos. Y discretos.

Ocho fortunas levantadas desde Galicia se cuelan en la lista de las cien más ricas de España, y otras dos se quedan a las puertas. Tienen algunos denominadores comunes. Por ejemplo, en casi todos los casos se trata de emprendedores al uso, que empezaron desde muy abajo, con liderazgos acusados, y han consolidado sus imperios en familia, haciendo además rentable el silencio. Es un patrón conocido, y que se repite.

Manuel Jove, el dueño de Inveravante, se sitúa en el puesto 22 de la lista, con 1.600 millones, y cae desde el 17 que ocupaba en la edición anterior. En 2015, Forbes le atribuía unos 3.000 millones. Le siguen los hermanos Freire Arteta, impulsores de Megasa que llegaron no hace mucho a ser los segundos accionistas de la cementera lusa Cimpor. El suyo es un patrimonio estimado en 1.100 millones, lo que les coloca en el puesto 39 de la lista. Otra mujer, en este caso viuda, se cuela de nuevo en el ránking. Isabel Castelo, propietaria de Seguros Ocaso, apasionada de la ópera siempre a caballo entre Madrid y A Coruña, suma una fortuna de 800 millones (puesto 57), ligeramente por encima de Fernández Somoza, ahora al frente de Inversiones Subel: puesto 62, con 700 millones de euros.

De discreción saben mucho tanto Manuel Añón como los hermanos de Adolfo Domínguez, con Jesús (Lonia Textil) al frente. En ambos casos, la publicación les atribuye 400 millones de euros de fortuna, en los puestos 97 y 98 de la lista del dinero. Por detrás, dentro de esa nómina de los que serían diez gallegos de Forbes, se sitúan un gallego de Barcelona, José Antonio Castro Sousa (Hesperia y NH Holes), que no llega a los 350 millones de patrimonio, y José Manuel Loureda Mantiñán, el ingeniero betanceiro que fundó Sacyr, y hoy es uno de sus máximos accionistas, que cuenta con algo menos de 300 millones.

A Luis Villares le resultaría difícil identificar en la foto de un periódico a Jesús Domínguez. No existen imágenes suyas, al menos publicadas. Otro tanto le pasaría con Enrique Freire, otro gallego de Forbes. Ni rastro. Son hasta cierto punto herederos, al menos en cuanto a estilo, de Amancio Ortega, que se dejó fotografiar por vez primera en septiembre de 1999, y su imagen se deslizó, como si nada, en una memoria de Inditex. Así son los gallegos de Forbes.

Mucha más luz para la quiebra de las cajas


TODO SON ahora buenas palabras. La comisión de investigación de las cajas se cerró más que en falso. Lleva tres años en el limbo, sin conclusiones después de un verano de atropelladas comparecencias. El PP, que dejó languidecer el asunto después de la romería de altos cargos que pasaron en 2013 por O Hórreo, se muestra ahora dispueso a retomar los trabajos. Lo dice Pedro Puy, el portavoz, para quien el objetivo de la reactivación de la comisión pasa ahora por algo muy básico: que la "sociedad sepa que fue lo que pasó con las cajas de ahorro, porque no hay nada que ocultar". Pues bien, Puy cede ante la presión de Ana Pontón (BNG) y Luis Villares (En Marea), con un Fernández Leiceaga (PSdeG) que asiente con la cabeza. Pero llegados a este punto, si de verdad hay voluntad, convendría que alguien pusiera sobre la mesa un elemento capital que no fue tenido en cuenta en la comisión. O lo fue a medias. Se trata de las actas de los consejos de administración de Caixa Galicia y Caixanova. La comisión, en su día, reclamó los documentos, pero desde la resultante, es decir, desde Novagalicia Banco, ya con José María Castellano al frente, se negaron por activa y por pasiva a facilitar dichas actas. Si de verdad queremos saber lo que pasó no basta con elevar a conclusiones los trabajos de la comisión y listo, como plantea el portavoz popular. Esas actas, por muy reservadas que sean, corresponden a entidades que no eran privadas, aunque fueran gestionadas así, sino semipúblicas. No facilitar esas actas, aunque sea en sede parlamentaria, sería tan vergonzoso como lo eran las asambleas anuales de ambas entidades, que se celebraban a puerta cerrada.

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