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Stop a la fuga de empresas

La deslocalización industrial, con realidades y amenazas en Galicia, solo conduce al abismo

LOS MANUALES dicen que para abordar la crisis demográfica a corto plazo resulta imprescindible que Galicia logre retener talento, por un lado, y captar mano de obra del exterior, por otro. Todo ello puede resultar efectivo si, a mayores y con la vista puesta en el largo plazo, se desarrolla una política activa de fomento de la natalidad. Todas estas recetas para luchar contra esa crisis silenciosa que es la pérdida de población son de aplicación a nuestro sector empresarial. Y de forma casi milimétrica. Por analogía, retener empresas y captar inversión extranjera, en el corto, y sentar las bases para el fomento de los emprendedores, en el largo plazo, serían las fórmulas equivalentes para combatir la amenaza de la desertización empresarial.

No es la primera ni la segunda vez que el mismo empresario, en este caso líder de su sector, responde atacando ante un revés y amenaza con trasladar parte de la producción de su grupo fuera de Galicia, en este caso a Madrid. Jesús Lence, propietario de Leite Río, lo hizo por primera vez en la primeravera de 2009, cuando pintaban bastos en el campo gallego. Lo repitió en septiembre del año pasado, días después de que estallaran los agricultores por los bajos precios tras el fin de las cuotas lácteas, con el bloqueo de sus fábricas. En ese momento, buscaba una planta cerca de las grandes áreas de consumo para abaratar costes y eludir así de paso los efectos de las tractoradas. Y miraba a Madrid, como hace ahora, tras la sentencia del Tribunal Supremo que obliga al derribo de la planta de envasado de O Ceao por haberse levantado sobre una ilegalidad urbanística.

Al margen de la inmediata refriega de culpas entre Xunta y Concello de Lugo, el propio Lence modula el mensaje, baja el tono y habla ya de buscar puntos de encuentro y fórmulas para legalizar, in extremis, la planta. Ese parece el camino, sin duda, con la implicación de todos. Una ley exprés de un solo punto, impulsada por la Xunta, evitó hace menos de dos meses que la sombra de la deslocalización planease sobre Vigo tras la anulación del plan general de ordenación urbana por otra sentencia del Supremo. Todas las miradas apuntaban entonces a proyectos clave para la ciudad como la ampliación de las instalaciones de PSA Citröen, levantadas sobre suelo público, en este caso perteneciente al Consorcio Zona Franca de Vigo. Otro caso reciente: la alternativa a Ence en Pontevedra, de no ser renovada la concesión administrativa, era la planta de Navia, propiedad del grupo.

Galicia asiste con pánico a cada movimiento empresarial, táctico o no, que implique la eventual deslocalización de centros productivos. La debilidad de nuestra industria hace que la mera insinuación de llevarse una fábrica a otras latitudes provoque tumultuosas reacciones que tienen todo el sentido si atendemos al flácido músculo de nuestro sector secundario.

Esa misma semana, el Foro Económico de Galicia, con los catedráticos Santiago Lago y Fernando González Laxe al frente, presentaba un cuadro de situación de la economía gallega. De la radiografía expuesta, que indica que Galicia tardará más en salir de la crisis y lo hará con tasas de crecimiento muy por debajo de la media española, sobresale un análisis, el de la deslocalización de empresas. De nuevo el sobresalto. Los datos aportados son reveladores. El año pasado salieron de Galicia 154 empresas, y se instalaron 135. Un saldo negativo, por tanto, de 19 compañías. Los destinos de esa fuga comienzan por Madrid (64 empresas trasladadas), plaza a la que le siguen Valencia (28 empresas), Andalucía (14), Cataluña (12) y Castilla y León (10). Este año, entre enero y finales de febrero, sigue la misma tendencia: se instalan 12 empresas y salen 19, con un saldo negativo de siete compañías. Tras Castilla y León y Cataluña, somos la comunidad con peor balance, de acuerdo con los datos del Foro Económico de Galicia.

¿Y a qué se debe esta triste dinámica, que parece consolidarse? Sencillo, a ojos de los responsables del laboratorio de ideas. Suelo más barato, precios de la energía asequibles, salarios bajos y una fiscalidad favorable están detrás de muchas decisiones empresariales que apuntan a inversiones en otras latitudes, ya no tanto de España como de Portugal. El caso del país vecino es paradigmático, al confluir, según el análisis, prácticamente todas esas ventajas competitivas (suelo, energía, salarios y fiscalidad). A todo ello habría que añadir, si atendemos al caso de Leite Río, cuestiones relacionadas con un urbanismo mal entendido y también mal aplicado. Donde hay un problema debe haber una solución. Galicia no se puede permitir más fugas de empresas.

Los mensajes nada cifrados de Pablo Isla

TRES mensajes que para los no iniciados podrían pasar desapercibidos suele lanzar Pablo Isla cuando presenta resultados Inditex. Lo viene haciendo en los últimos años de forma calculada, casi imperceptible, pero recurrente. Y esas señales aluden, directamente, a las dudas que se ciernen sobre el gigante textil, abonado ya a la hipérbole del crecimiento, los beneficios y el empleo. La multinacional gallega es líder por capitalización bursátil y pulveriza las marcas de sus competidores, con un ritmo propio de una empresa asentada sobre una economía sólida, que no es el caso, lo que da todavía más brillo a esas cuentas. Pero a Isla, con aparente frialdad que solo oculta timidez, parecen preocuparle otras cuestiones.

Por ejemplo, el presidente de Inditex riega sus intervenciones con algunas píldoras que siempre tienen los mismos denominadores: el cumplimiento con las normas fiscales establecidas, con números de su aportación al fisco; la importancia de su contribución al crecimiento de la economía española y gallega, sobre todo en cuanto a empleo, para una empresa que es global, y el cuidado respeto a las normas laborales allí donde está implantada, ya sea directamente o a través de proveedores.

Isla intenta despejar siempre las acusaciones sobre la ingeniería fiscal que practica el grupo, con sus sociedades instrumentales, o cualquier atisbo de explotación laboral por parte de su red de fábricas. En cuanto a la fiscalidad, esta vez ha sido contundente, al asegurar que tiene más peso la tributación de Inditex en España que el propio volumen que genera nuestro país para el grupo. Más que perla, diamante.

R ganó el doble que Euskaltel, su dueña, el año de la compra

SORPRESAS te dan las operaciones empresariales. Y para asombrarnos con los resultados de R debemos irnos a las cuentas de Euskaltel, la nueva propietaria de la operadora de cable gallega. No hay otra forma. Así, podemos comprobar que el año en que fue adquirida, el 2015, la cablera hasta entonces gallega presentó unos beneficios de 14,4 millones de euros, con unas ventas estables. Ese importe resulta nada menos que el doble sobre el nivel de ganancias obtenidas por Euskaltel, con 6,7 m i l l o n e s , tras caer un 80%. Todo tiene una explicación. El grupo que preside Alberto García Eraukzin saneó su deuda, salió a Bolsa y acometió la operación de compra de R. Todo en un año. Sin esos costes, el beneficio de Euskaltel habría rozado los 50 millones. Es ya otro cantar, pero sin duda el contraste sirve para comprobar que el grupo vasco adquirió una joya, por ventas y ganancias, que ahora ni siquiera divulga sus datos.

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