Opinión

El respeto debido

Como España es una monarquía constitucional y parlamentaria el jefe del Estado es el Rey, que según la Carta Magna es símbolo de su unidad y permanencia y asume la más alta representación del Estado español. Por tanto el monarca merece el respeto que es exigible a cualquier ciudadano, mientras sea nacional del mismo, respecto de su propio estado, y nada autoriza a individuos como Torra o Rufián a faltar al respeto debido al jefe del Estado. 

Siendo España una monarquía, aún se acentúa más si cabe tal exigencia a mi parecer, pues el rey no puede polemizar con los responsables políticos, no puede debatir con ellos, está atado por su posición, que es ajena a la disputa partidaria, exigiéndosele una total neutralidad, que, hay que decirlo, entiendo, y no creo ser corto de entendederas, ha observado sin excepción alguna don Felipe de Borbón. Al rey no se le puede exigir responsabilidad por sus actos, de ahí que deba ser extremadamente cuidadoso, incluso escrupuloso acerca de cuanto hace y dice. Y ciertamente lo ha sido. incluso hay que llamar la atención acerca del hecho de que sus discursos públicos —ignoro si también su mensaje navideño, aunque presumo que es conocido previamente— son sometidos a la consideración y conformidad del Gobierno. así ocurre en todas las monarquías constitucionales, e incluso en algunos casos el ocupante del trono lee el discurso que el poder ejecutivo prepara. 

Siendo las cosas como acabo de indicar resulta casi enojoso que Gobierno no haya salido al quite ante las inconveniencias deslizadas con insolente actitud por lenguaraces sujetos como acreditan ser, un día sí y otro también, los antes mencionados. 

La alusión a cualquier asunto por el jefe del Estado no exige un análisis del mismo desde todos los puntos de vista, y más si el rey en su intervención navideña no lo hizo desde ninguno. no se entiende pues la retorsión mal formulada y peor expresada por quienes tienen un problema que la mayoría social de españa no comparte. Y no hay que equivocarse, la de los ciudadanos que viven en Cataluña tampoco. 

Que quien encarna la unidad y la permanencia del estado exhorte a la unidad, no es otra cosa que el enunciado de la principal misión que la ley de leyes le encomienda. No cabe no ya reproche alguno a la regia apelación a la unidad. es sencillamente inaceptable lo manifestado al respecto por los que con perspectiva monotemática han proferido juicios y desautorizado las palabras regias al respecto expresadas en un formato amable y propiciador de la empatía como es el mensaje de Navidad. No se puede intentar descalificar al Rey por llamar la atención de la ciudadanía respecto a lo que es la base primera de su propia condición como cuerpo social y del éxito de cualquier empresa que pueda emprender. 

Resulta difícil la contención ante lo que, ni nos equivoquemos ni relativicemos lo sucedido, tiene algo de afrenta abierta a quien debe guardar silencio. La moderación no es dejar de expresar lo que se piensa, y es hora de decirlo tan claramente como sin empacho lo expresan los que han hecho empeño, bandera y yo al menos no lo dudo, utilidad, de la descalificación y el menosprecio de aquello que nos representa a todos. 

La conclusión que sigue es clara a mi juicio: ¿con esos mimbres no se puede pretender diálogo alguno? Y ese debe ser el sentir compartido por la mayoría social de España a la que antes aludía.

No se puede hablar con quien no respeta. Y no vale la añagaza intentada, cuando se agota el discurso disidente, de que hablando se puede resolver todo. con discursos y actitudes propias del conflicto no se puede pretender entablar dialogo alguno. 

Un proverbio turco afirma con una bella metáfora, que el que quiera una rosa debe respetar las espinas. No les vendría mal a tantos locuaces, que nos agobian y nos aburren ya con sus inconveniencias, aceptar la realidad que, afortunadamente, en lo que es esencial, no está en sus manos cambiar, aunque a veces lo pueda parecer.  Y hoy, no quiero terminar sin expresarles, amigos lectores, mis mejores deseos para el año que comienza. 

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