Opinión

Militancia

MILITAR, SEGÚN nos dice el diccionario de la Real Academia en la acepción que aquí interesa, es "figurar en un partido o en una colectividad" en el sentido de formar parte de un determinado conjunto de personas. Formando parte pues se milita. No hace falta nada más para integrarse en un grupo, y sobre todo no hace falta ser fanático para ser un buen militante. Al contrario, el mejor militante es el menos fanático.

Ryszard Kapuscinski, el muy citado periodista polaco, afirmó que "si entre las muchas verdades eliges una sola y la persigues ciegamente, ella se convertirá en falsedad, y tú en un fanático". En horas de solemnes declaraciones, como las que emiten personajes del espacio público estos días, no viene mal la prevención que entraña dicha frase. Precisamente porque asusta lo que dicen algunos protagonistas de la vida pública, e incluso como lo dicen. Si no lo creen son unos embusteros, y si lo creen son dañinos, porque solo aportan confusión a la vida social y dificultan la convivencia. Los fanáticos son unos de los peores enemigos del entendimiento y el diálogo, que curiosamente y con frecuencia suelen reclamar, se presentan como campeones de la negociación, exigiendo, eso sí, y ahí está la contradicción, que para poder entablarlo reconozcamos previamente sus dogmas. Su cacareada voluntad de diálogo, tal como la plantean, solo es en fin una entelequia.

Winston Churchill afirmó que "un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema". Hay abundancia de esos, de los que no solo son monotemáticos, que son aun más, sino también inmunes a las razones que puedan aconsejar alguna reconsideración de sus posiciones. Es lo que nos encontramos todos los días.

Francamente, siempre me he encontrado incómodo ante la concepción de lo que muchos creen que es ser militante de algo y aún más ante su práctica de la militancia, al punto de pensar a estas alturas que tengo poca madera de adicto a las causas cuando estas son formuladas por los partidos políticos u organizaciones sociales, consciente como soy de que esto último es necesario si se desea que las personas se aglutinen para perseguir el logro de los objetivos concretos en que cualquier causa se viene a plasmar.

Quizás por eso, siempre han despertado en mí recelo y desconfianza, los que formando parte de partidos y organizaciones políticas de las que se sirven para alcanzar sus objetivos personales enfatizan sus propias posiciones diferenciadas sin venir mucho a cuento. La pregunta, además, cuando lo hacen es lógica ¿Qué pretenden con eso? Ellos sabrán. No soy capaz de sistematizar ese tipo de manifestaciones, que resultan sorprendentes cuando los que profieren manifiestos personales y solemnes han pretendido ser definidores de tesis y posiciones partidarias. Eremita y guardián del convento a la vez no se puede ser.

Lo que se dijo y como se expresó en el Parlamento de Cataluña el jueves es una muestra muy enriquecedora de fanatismo en versión coral, como gusta a algunos cursis referirse a que varios a la vez se pronuncien, sea o no igual su discurso, aunque dictado por parejo fanatismo.

Militar sumar, apoyar, impulsar y en definitiva compartir un esfuerzo común en orden a procurar con éxito la consecución de objetivos comunes. Militar no demanda y no puede conducir a anteponer la militancia a la razón, a la reflexión, o a lealtades esenciales, sean cuales sean. Sencillamente, porque militar es una actividad racional y humana, es por naturaleza una actividad social, aunque a veces no lo parezca.