Opinión

Semblanza de un juez

► Ha sido la carrera judicial de Cloos Fernández larga e intensa, y deja en la sociedad lucense un legado de buen hacer judicial impreso en tantas resoluciones y decisiones

Se jubila el magistrado Édgar Amando Cloos Fernández después de haber ejercido la función jurisdiccional en Lugo, primero como juez de Primera Instancia e Instrucción y después en el tribunal de la Audiencia Provincial durante más de treinta años, dirigiéndola en su última etapa. Y porque creo que deja una impronta muy notable en la judicatura y en la curia gallegas, y en Lugo y en la provincia desde luego, y porque le estimo personalmente, como aprecié a su familia, muy especialmente a su padre, el abogado Guillermo Fernández Otero, que fue alcalde de Monforte, procurador en Cortes por los municipios lucenses, diputado provincial y delegado provincial del Ministerio de Cultura, que me honró con su amistad, deseo hoy dedicarle estas modestas líneas como modesto homenaje.

Pensé encabezarlas refiriéndome a él como ‘buen juez’, que lo ha sido sin duda, siempre estudioso, sensible y atento a cumplir sus obligaciones judiciales fielmente y con arreglo a la ley. Pero no lo he hecho porque el buen juez es el que no precisa que le califiquen, es el que aplica la norma con exactitud, competencia, imparcialidad e independencia, sin otra sujeción que la debida a la Ley que le legitima para el ejercicio de la potestad jurisdiccional; y concurriendo en él esas circunstancias entendí que las mismas resultaban así más patentes.

Puede parecer que eso, tan nítidamente puesto de manifiesto en el desempeño judicial del magistrado Cloos Fernández es fácil, es cómodo y es sencillamente lo que debe ser. Pero no todos consiguen juzgar con la escrupulosa objetividad observada por el ilustre juez acerca del que escribo, porque no es tan fácil, y porque conseguirlo demanda la discreción en su mejor sentido, y una callada y cuidadosa labor constante que no pocas veces reclama del juzgador incluso ser independiente de sí mismo, siendo precisa para ello una fortaleza que no está siempre al alcance de todos, pues requiere la conciencia de ello y sustraerse muchas veces a las propias tendencias.

Ha sido la carrera judicial de Fernández Closs larga e intensa, y deja en la sociedad lucense un legado de buen hacer judicial impreso en tantas resoluciones y decisiones. Su personalidad poco proclive a la ligereza le ha conducido, en fin, a buscar siempre el rigor profesional como una verdadera meta, como estilo de su forma personal de cumplir con el compromiso de administrar recta justicia.

Así, es esta la hora en que cuelga su impoluta toga judicial, la oportuna para destacar su impecable ejecutoria y su cumplido servicio a la sociedad, de proclamarlo, de reconocérselo y de agradecérselo, con la llaneza y la sencillez acordes con su forma de proceder.

Escribió el maestro Carnelutti que «es bastante más preferible para un pueblo tener malas leyes con buenos jueces que malos jueces con buenas leyes». En mi apreciación, en don Édgar Cloos ha tenido la sociedad española uno de esos jueces que con su buen hacer ha propiciado que, merced a su buena técnica en la aplicación de las normas, hayan podido alcanzar estas en más de una ocasión el objetivo querido por el legislador, en los mejores términos.

Que disfrute por fin muchos años, se ha hecho acreedor a ello, del júbilo del deber cumplido, y que podamos, cuantos le apreciamos, compartir a partir de ahora muchos más encuentros con él en Monforte.

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