Opinión

Bromas de destrucción

El señor Feijóo no deberá retirar los dos ojos sobre Isabel Díaz Ayuso. No será suficiente con uno. La atención que se le sugería sobre Abascal, que la concentre toda sobre la presidenta de la Comunidad de Madrid y, en fecha próxima, de los populares madrileños. Es el riesgo para destruir los valores de lo que se entiende por centroderecha en Europa. Es la vía para devolver al PP a la nostalgia de los ‘siete magníficos’ que cegaron el camino a Fraga en la transición. Después del desparpajo, que no frivolidad, con la que Ayuso celebró en Valladolid el pacto de Mañueco, o sea del PP castellano leonés, con Vox queda clara cuál es la estación de destino de la líder de los populares madrileños. No es frivolidad, es su estrategia, su apuesta antiliberal o la de quienes le patrocinan y la dirigen.

No hay lugar a engaño: Ayuso no celebra que Castilla y León no tenga gobierno socialista, lo que le entusiasma es que su partido, el PP, tome la ruta del populismo extremista, el que puede llegar al poder en Francia. A la lideresa madrileña le resulta provocativo que quien pacta con «quienes quieren destruir España» —hablaba de Sánchez con los independentistas—, mientras sus guías ideológicos olvidan la provocación que representa celebrar matrimonio político-ideológico con quienes rechazan abiertamente la fórmula con la que la Constitución define a España y son socios de los enemigos de la Europa unida y democrática.

La frescura con la que habla y lanza mensajes la presidenta de Madrid no puede edulcorar la realidad de quienes hasta ayer mismo confesaban sus simpatías por Putin y lo que este representa como amenaza para las libertades en Europa. Tardaron incluso en tomar posición frente a la agresión bélica de Putin en Ucrania. La línea y el objetivo de lo que representa Ayuso es más que una apuesta única hacia la derecha por el PP y la renuncia al espacio de la moderación y el centro. Bajo un presunto envoltorio de libertad va camuflada la negación de la pluralidad y la tolerancia que definen las democracias liberales. En el jolgorio de aquellos mensajes durante la pandemia de Madrid como espacio libre, también en las tabernas, frente a las restricciones que se imponían se camuflaba el mismo objetivo que tiene Marine Le Pen en Francia o Abascal en España. La cuestión es que por ahí van los objetivos de la intolerancia y la marcha atrás en lo que se consideran avances y progresos de las democracias liberales.

La suma de Toni Cantó, el del chiringuito que se decía liberal en Ciudadanos, a las alabanzas de ese pacto de PP y Vox deja al descubierto la superficialidad de convicciones, la carencia de sustento y la falsedad ideológico-liberal —otras ideas sí las tenía— con la que se lanzó al mercado político.

Si el chiringuito de Cantó en Madrid es para defender el castellano, Ayuso —socialismo "free"— pudo recurrir al diccionario de la Rae y no al lenguaje de un bobo que se cree modernito en la barra de un local de copas. Ayuso en Valladolid, además de demostrar empíricamente que el chiringuito de Cantó es una coña marinera para justificar ante los suyos que le paga un sueldo a uno que no sabe dónde colocar, dejó claro que la estación de destino no es la de los valores constitucionales y principios fundacionales de Europa. Es la de los viejos nacionalismos y autoritarismos que trajeron las guerras a España y Europa.

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