Opinión

Chándal, chaqué y zapatillas

Sentarse a la mesa de Nochebuena en pijama y zapatillas sería una falta de respeto a la familia y allegados que se reúnen esa noche. O, para recordar a Baroja y el lío de las preposiciones, presentarse en zapatillas o con zapatillas sería descortesía. Así lo verían incluso quienes toman el aperitivo del sábado en chándal. Si vaciamos de liturgia, adornos incluidos, la cena de Navidad, esa noche acabará como una barbacoa más.

El 25 de julio/xullo es una fiesta bipolar: quedan restos de la celebración del Santo Patrón de las Españas —así, en plural, como dice el Himno del Apóstol—, y es también la fiesta grande de Galicia, la de la Alba de Gloria de Castelao, con carga política de todas las graduaciones: galleguismo templado, si queda algo, nacionalismo, independentismo e izquierdismo radical que ese día se presenta con un megáfono para acabar con la Otan.

Del patrón de las Españas poco queda. Al confundir aconfesionalidad y secularidad con las témporas, por no decir el culo, ni festivo es en España. No imagino por aquí la pervivencia de un Día de oración y arrepentimiento que aun celebran por Sajonia o el Corpus, en su día y no con traslados a  domingos, que mantienen Baviera y otros estados federales.

El 25 de julio/xullo en su bipolaridad mostraba valores de convivencia. Solo hay unos metros entre A Quintana, con el mitin del nacionalismo, y la nave central de la catedral, con reyes y autoridades. Nadie se alarmaba. Este pasado lunes las medidas de seguridad impidieron, hasta el exceso, que me moviese libremente por el casco histórico de la capital gallega. Ni en la noche del franquismo en que empecé a pisar Santiago el día del Apóstol me había sucedido. Convirtieron en una burbuja inaccesible un amplio espacio con el pretexto de la presencia de los Reyes. Una original forma de aproximar la monarquía a la ciudadanía. La Ofrenda al Apóstol, como la del Antiguo Reino de Galicia al Santísimo en Lugo, pervivirá si mantiene la solemnidad y la grandiosidad litúrgica. La laicidad y la aconfesionalidad son compatible con una escenificación solemne de simbologías nucleares en la tradición de una sociedad.

Claro que, como si se tratase de ir a la boda de un primo del pueblo, el protocolo de la Ofrenda olvida ya el chaqué o el uniforme de gala en el Rey y las autoridades, como con toda la santa razón denunciaba Fernando Ramos en esta ocasión, y si además se crea un gran perímetro de inaccesibilidad para los ciudadanos, con pretexto de presencia real, habrá que darle también toda la laica razón a José Antonio Perozo cuando asegura que este acto de la Ofrenda es trasnochado.Está obsoleto.

¿Dónde irán los chaqués del gobierno tripartito de González Laxe? Mejor aquello que esto. Quienes desvisten del máximo protocolo la Ofrenda y la aíslan de la ciudadanía ignoran y desprecian. Es un feo. Supone una molestia veraniega. Serán los mismos, y vuelvo al pijama y las zapatillas de la cena, que pretendían cargarse el término Navidad.

Esperemos que permanezca la liturgia laica de la celebración patria y la misa por Rosalía, aunque ese día se cuenten con los dedos de las manos las banderas en los balcones y ventanas de las casas del país.

Comentarios