Opinión

Eléctricas y el carajo de la vela

SI UNA metáfora es necesaria para explicar el pensamiento complejo, la exige por tanto la factura de la luz y el reiterado pitorreo de las eléctricas, vía telefónica, con los consumidores. Descifrar la factura es equiparable a la lectura de Hegel. Cuando hoy ya estaba en el tiempo entre que me voy o me quedo en la siesta, llamó Sisi. Oír ese nombre fue como un vuelco en el tiempo y el corazón. Vana ilusión: era Iberdrola, no Romy Schneider como emperatriz.

Me siento cornudo cuando la señora Calvo pretende distraernos —alienarnos, para volver a la filosofía— del subidón de la luz. En lugar de responder a lo que le pregunta el periodista, el incremento del precio, alegre y dicharachera afirma que el temazo es quién plancha. A quién le importa la factura. No aclaró si repercute en el precio de la luz si planche él, ella, ello, elle. Me veo apaleado con la insoportable irrupción del mercadeo telefónico de las eléctricas en mi intimidad. También las telefonías tienen su temporadita de dar el coñazo. Te llaman incluso cuando estás haciendo uso privativo del retrete. No se puede ni mear tranquilo. Solo falta que tras eléctricas y telefonías empiecen a llamar las sectas para el proselitismo religioso. Todo se andará.

Quién le dio mis teléfonos, el fijo y el móvil, a Iberdrola, a Endesa y a otras suministradoras de las que nunca había oído su nombre. Me ofrecen el remedio al subidón del recibo de la luz, gas y no sé yo si a fallos orgánicos propios de la edad. Quién autoriza a que un día sí y otro también me interrumpan la siesta. Es lo único que nos queda sin que le apliquen el Iva. No les demos ideas que acaban por convertir la cama en sujeto impositivo, tal que el coche.

A las sufridas operadoras de telemárketing —¿se dice así?— procuro darles un consejo para ocuparles yo el tiempo y que no hablen. Con Sisi me comprometí a irme a la suministradora que me mande después de que ella llame al presidente de la eléctrica de turno a su casa o, mejor, al móvil personal para ofrecerle el cambio a la competencia. Le expliqué a Sisi que sea cual sea la compañía que le toque promocionar llame al presidente de la misma o, preferiblemente, a su santa esposa y le ofrezca cambio de suministradora. Señora, no siga con la de su marido.

A veces digo que no me interesa la oferta: solo quiero luz de candil, alimentado con aceite y a poder ser con sonido de Gayoso ‘Marica chispún’. Qué dice, responden. Lo que oye, señorita, lo que oye: luz de candil que a dos velas ya nos han dejado.

La que llamó antes de ayer creo que era la misma de ayer con nombre diferente , acabó por cabrearme. Según la han adoctrinado, estas llamadas no molestan y además, no sé si era una amenaza, me advierte: tenemos un convenio con la Ocu. ¡Casi se me corta la digestión! Antes pretendió convencerme de que para trabajar y para el ocio es mejor la electricidad que el candil. Trabajar no quiero ni me dejan con sus llamadas, respondí. No estoy para lucir tipo en el ocio y considero que es más sugerente la luz de las velas que las bombillas. Esto, claro, no se lo dije ayer a Sisi.

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