Opinión

La comodidad de la tribu

Vargas Llosa ofrece sus lecturas y presenta las ideas de siete fundamentales pensadores liberales que marcaron su evolución política e ideológica tras el desencanto con la realidad del castrismo y el marxismo

TENEMOS MÁS referencias del liberalismo por sus enemigos o sus críticos que por sus defensores o por la información que se pueda haber recibido académicamente. Este pensamiento y sus autores estuvieron, y sospecho que están, casi ausentes de las aulas, demonizados todavía por el conservadurismo religioso y por la izquierda estatalista. Recibí horas y horas, hablo de la propia experiencia de alumno con los jesuitas, de lecciones e indicaciones de lectura de los autores de la llamada Escuela de Frankfurt. Creo que ni una de lo que es el pensamiento liberal. Saltos de dogma a dogma, sin pasos intermedios. Claro que en otros centros confesionales o eclesiásticos sería motivo de denuncia citar a Adorno o a Horkheimer, dicho sea en descargo de la liberalidad de aquellos jesuitas en la cerrazón y frialdad de la España nacionalcatólica.

Por eso —por las carencias de conocimiento aunque se discrepe, o precisamente por ello, que diría Isaiah Berlin: hay que leer a los que piensan distinto—; por el peso real que el liberalismo tiene en la historia contemporánea y por la ausencia de un poso de tradición liberal en el pensamiento y en la política española, quizás una de las explicaciones de por qué hasta el último tercio del siglo pasado no se logró asentar la democracia y las libertades en España, es aconsejable, y entretenido, acercarse a las lecturas que Mario Vargas Llosa hace en La llamada de la tribu (Alfaguara) de siete autores liberales, desde Adam Smith a Jean François Revel. Es una presentación de sus ideas, de sus obras fundamentales y de pinceladas, a veces bien graciosas, de la vida y los amores de estos autores. Quien haya seguido mínimamente las publicaciones en prensa del novelista peruano—español sabe de sus referencias a Popper o a Berlin, de la divulgación de su pensamiento y de sus coincidencias con estos autores. Además de por estos dos pensadores, la trilogía de sus grandes referentes incluye a Friedrich Hayek, por quien confiesa su entusiasmo. "Si tuviera que nombrar a los tres pensadores modernos a los que debo más, políticamente hablando, no vacilaría un segundo: Karl Popper, Friedrich August von Hayek e Isaiah Berlin". De los tres, "tal vez ninguno haya ido tan lejos ni tan a fondo como Friedrich von Hayek". Es a quien más páginas dedica. Recorre sus principales obras y lo confronta con Keynes. En el entusiasmo falta, sin duda, una visión crítica o al menos matizada de las posiciones económicas del austríaco. Vargas Llosa es un declarado liberal. Su evolución ideológica va desde las devociones juveniles por la izquierda marxista al profundo liberalismo de su madurez humana e intelectual. Nada tiene que ver con posiciones reaccionarias que algunos de sus detractores le atribuyen. Cuando Vargas Llosa pasó a ser crítico con el castrismo, le cayó encima el sambenito de reaccionario. Le había sucedido a otros intelectuales que, como Camus o Aron, no silenciaron la violación de los derechos humanos en la URSS.

Ilustración para el blog de Lois Caeiro. MARUXALos pasos del pensamiento político al económico, sin las mismas bases y más acríticamente, son cuestionables en la visión de sus bondades, como "transferir a la sociedad civil —a la iniciativa de los individuos soberanos— las decisiones económicas esenciales"—, aunque haya notas críticas como al "mercantilismo". La profunda recesión, con millones de parados, que revienta en 2007, proyecta nubarrones frente a los entusiasmos antirreguladores y falta de controles que sembraron los gobiernos de Reagan y Thatcher. "Confirmaron sus ideas",—las de Hayek— y "desautorizan las de sus adversarios, entre ellos el famoso Keynes". Valoración cuestionable.

José Ortega y Gasset, único español presente en la selección de autores, sin figurar en la tríada de elegidos, queda claro que le sedujo por sus ideas y como escritor. Es clarificador el análisis y la visión que ofrece de "La rebelión de las masas", en "la abdicación de la individualidad" para someternos al pensamiento único, políticamente impuesto. La identificación con el pensador español llega, creo, hasta transmitirse en el propio estilo literario y el lenguaje con que se ocupa del mismo. "Fue uno de los más inteligentes y elegantes filósofos liberales del siglo XX". No es poco decir. Ciertamente resultaba insólito desarrollar un discurso liberal en España. Y así unos organizaban rezos públicos por su conversión y otros lo pintaron de referente conservador.

El liberalismo entre nosotros fue presentado como una de las perversidades de la modernidad, tanto por la jerarquía y el pensamiento católico, que lo condenó hasta con encíclicas, como por los nostálgicos del antiguo régimen, que veían en la democracia liberal el caos social y la laxitud o relativismo moral y de las "buenas costumbres". En realidad, lo que peligraba era su posición de poder. Del liberalismo recibimos casi siempre la versión de que es la ideología política y la filosofía que sustenta o pretende legitimar el capitalismo más salvaje. Es una versión europea —defensa del libremercado— frente a la americana —defensa del estado de bienestar— que identifica política liberal como primacía de lo social. El liberalismo que entre nosotros se demoniza, por la izquierda, es economicista. Y el que condenó y condena el conservadurismo y fundamentalismo religioso lo pinta como una ideología subjetivista, que niega la existencia de valores morales universales. Es ese "relativismo moral" que ven algunos sectores y jerarquías del catolicismo tradicionalista. En este caso, casi siempre apelan a la ley natural o a unos principios morales que nos vienen dados desde el exterior frente a la autonomía del hombre, del ciudadano. Olvidan que los principios que definen y defienden el liberalismo filosófico y político—libertad de conciencia, asociación, expresión, sexualidad, o derechos humanos— son valores universales. No son algo subjetivo que se toma o se deja. Olvidan, o no interesa, que Kant es uno de los padres del liberalismo filosófico: hay principios objetivos que son válidos para toda voluntad humana.

La visión economicista es un reduccionismo del liberalismo. El Oxford de Filosofía dice que "el liberalismo es una de las principales ideologías políticas del mundo moderno, se caracteriza por la importancia que da a los derechos civiles y políticos de los individuos. Los liberales reclaman un ámbito sustancial de libertad personal". Con un condicionante fundamental, en ese ámbito "donde el Estado no debería entrometerse excepto para proteger otro derecho" amenazado. Cuando por comodidad abdicamos de nosotros mismos, es recomendable observar qué es La llamada de la tribu.

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