Opinión

Piedra santa

ESTAMOS "en el lugar más complicado y sensible del mundo", testimonia Mikel Ayestaran para introducirnos a la visita al gran rabino del Kotel, el Muro de los Lamentos. Es un hombre que se levanta cada día, los 365 del año, a las cuatro y media de la mañana. Como Firas Qazzaz, el almuédano que llama a la oración a los musulmanes desde Al Aqsa, en la explanada de las mezquitas.

Está en Jerusalén, santa y cautiva (Península), un entretenido y didáctico libro, un reportaje periodístico -o múltiples- que abarca la totalidad y diversidad de la ciudad santa para las tres religiones monoteístas. Cuando el gran rabino llega a su despacho cada mañana, mientras la ciudad duerme, desde la explanada de las mezquitas el almuédano llama a la primera oración de la mañana, el "Fayer", "la más bonita de todas".

El libro, doscientas y pocas páginas, se lee de un tirón. Nos mete por las callejuelas de la Ciudad Vieja, nos da a conocer personajes singulares y significativos de la diversidad de la misma, que probablemente nunca ocuparán titulares de periódicos y nos introduce de forma visible y vivible en los diferentes barrios. Bucea desde el presente en la historia, en la conflictiva realidad de la ciudad santa, ofrece testimonios directos de personas significativas para apuntar cuestiones relevantes o para presentarnos cada confesión o variación de las tres religiones monoteístas allí presentes.

Mikel Ayestaran es un periodista vasco que se especializó en los conflictos de Oriente Medio y que en 2015 se estableció con su familia en Jerusalén. Le avalan varios reconocimientos profesionales. El Premio Internacional de Periodismo Manu Leguineche es sin duda una garantía de la calidad y profesionalidad de su trabajo.

Creas o no creas, seas judío o no, si accedes a la gran plaza que se abre ante el Muro terminas pegado a las grandes piedras inferiores, datan de la época del Segundo Templo, y tocas una pared que tiene un efecto magnético. "Te sientes extremadamente pequeño". Así cuenta el impacto del visitante que llega a la gran plaza, se detiene un momento, observa el Muro, a los judíos que llegan de todo el mundo y rezan concentrados ante aquellas piedras y, finalmente, el visitante se decide a ponerse una kipá para entrar al espacio reservado para la oración y tocar él también las piedras.

En lo alto de esta pared, del Muro, está la explanada de las mezquitas, tercer lugar sagrado para los musulmanes. Ese muro de contención también lo reivindican los musulmanes como parte integrante de la gran explanada de las mezquitas. A esa explanada otros le llaman monte del Templo y sueñan con levantar ahí un nuevo templo. La Vía Dolorosa, que conduce hasta el Santo Sepulcro, arranca muy próxima a este espacio.

La primera vez que estuve ante el Muro venía de la iglesia del Santo Sepulcro donde había asistido a un espectáculo nada ejemplar entre quienes comparten su custodia. La visión del Muro, con multitud de judíos ortodoxos con su movimientos mientras rezan, coincidió con la llamada a la oración del almuédano desde la proximidad de la gran explanada de las mezquitas. El sacrificio de Abraham, el arca de la alianza, el templo, Jesús, Mahoma… una historia de piedra santa.

Quise irme a la ciudad secular. Lo cierto es que vez que he vuelvo a Jerusalén la primera visita fue a ese espacio.