Opinión

Van a por él

Si los vigías del del poder perciben dudas en la ruta que marcó inicialmente Feijoo, irán a por todos. Irán a por él. ¡Qué prisa se dieron en decir que Feijoo rectifica! Uno de los suyos había cometido el sacrilegio de decir que España es un Estado plurinacional. No sería ningún disparate académico pero las sensibles pieles de los nacionalismos se dan rápidamente por agredidas. Fue en este caso el nacionalismo uniformista, el que contestó a los nacionalistas catalanes que si tú pones banderas yo las tengo más grandes. Lo de nación de naciones sonaría a misterio teológico. Lo de nacionalidad en el artículo 2 de la Constitución fue un hábil recurso, que forzó el significado lingüístico, para que todos quedasen(casi)contentos y algunos continuasen cabreados.

A Feijoo, que no necesita de mis consejos, como no lo vean firme, lo desdibujarán hasta que no se le reconozca en el que se anunció como renovador. Agua que necesita el PP si pretende poner fin a su pertinaz sequía. Los portavoces de Sánchez ya lo pintan como más de lo mismo, Casado. Así no hay competencia. Lastra y compañía, también Sánchez cuando habla desde el escaño del Congreso para recordar la ‘libretita’ de Bárcenas, parece que entienden política y sentido de Estado como aplauso y apoyo incondicional a las iniciativas sanchistas. 

El diálogo supone disposición a la cesión, concesión al otro, sin imposición previa por ninguna de las partes. No parece que sea el ejercicio que practica este Gobierno cuando mira hacia su derecha y cuando denuncia en el PP falta de sentido de Estado. Sucede cuando se le revuelven sus apoyos de investidura. Ni en la hora de la emergencia económica del país y de la mayoría de sus ciudadanos hay disposición que se pueda decir de diálogo. 

También es cierto que la oposición atronadora de los populares con Casado no entendía que la concesión forma parte del ejercicio responsable de la política. Las sonoras y solemnes descalificaciones son los fuegos artificiales que muestran una política vacía y, lo peor, irresponsable.  

El poder y las prebendas que se obtienen en él, es lo que ven peligrar los vigías mediáticos que pitan lo que entienden como concesión a los ‘enemigos de España’. En realidad defienden el menú amplio del pesebre, que ven como propio. Puro derecho natural. No mayor altura de miras hay en los afanes recentralizadores. No escribo que los vigías pesebrean por que no conozco el lunfardo y podría decir lo que ni imaginaría. Que se revista de ortodoxia política —derechismo reaccionario y nacionalismo uniformista ‘españolista’— es ropaje que luce y gusta por barrios de la Villa y Corte y es cebo venenoso para inocentes de la cofradía de los devotos de Frascuelo y de María. Lo hacen bien: recubren todo de ideología e ideales para que ni se sospeche que lo que realmente importa es la platita, por volver a Buenos Aires. 

La negativa a mirar la España real es gandulería. No admiten ni que se les plantee aquella vieja pregunta de "A qué llamamos España", que se hizo Laín Entralgo desde la honestidad intelectual y política que le llevó a distanciarse del franquismo. 

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