Opinión

Cuando llegue septiembre...

"Cuando llegue septiembre, todo será maravilloso", decía la letra de una canción de los sesenta, que interpretaba María Ángeles Fernández Rodríguez, una cantante granadina más conocida por el nombre artístico de Gelu.

El archivo de la memoria me la ha rescatado de la carpeta de hace ya medio siglo, merced a los informes bancarios que afirman que, en este año de 2020 -al que le quedan poco más de cuatro meses para concluir- más de la mitad de los españoles vivirán, viviremos, de los presupuestos del Estado, que se endeudará todavía más para poder subsidiar el paro generado por ese Erte tan prolongado, que comienza como una medida provisional y termina, como diría un argentino, en el orto del paro. "Cuando llegue septiembre no vivirán las mismas rosas; cuando llegue septiembre, tu vivirás conmigo a solas". Bueno, las rosas del presupuesto puede que sean las mismas, porque el presupuesto por el que nos regimos es el de Montoro y Rajoy de 2018. Pero puede que vivamos a solas, con menos dinero del que disponíamos antes, tan a solas, que no permitirá la alegría de invitar a los amigos, o de salir, con o sin mascarilla, a tomar una caña.

Cuando llegue septiembre, ese espejismo del Paraíso Terrenal que lleva intrínseco el verano, dejará de engañarnos con su seducción de la semidesnudez, y aterrizaremos, con los bañadores secos, a enfrentarnos a una realidad, donde las ovaciones serán recibidas como un insulto, y las mentiras como una ofensa.

Cuando llegue septiembre, la misiva puesta en el cristal de un importante café cerrado de Tui, cerca de Portugal -que acabo de leer- donde el empresario se despide emotivamente de su clientela y le da las gracias, perderá su aroma sentimental, y su consecuencia serán 14 o 16 parados que, multiplicados por los diferentes concejos y municipios de España, nos amenazan con volver a las terribles cifras que superen o se acerquen a los cinco millones de parados.

Cuando llegue septiembre, no habrá ciudadano que permita una broma, un embuste, una falsedad. Y tendrán poco qué hacer los aprendices de brujo que sueñan repúblicas o independencias que ya no sueñan, sino roncan, porque comer cada día, al menos tres veces, se habrá convertido en el objetivo principal.

Y es que cuando llegue septiembre, puede que se terminen también las vacaciones para los cínicos.