Opinión

¿Quién se sabe la lección?

CUENTAS PENDIENTES para unos. Oportunidad de hurgar en la herida para otros. Si una cosa tiene el derbi madrileño, ahora en versión Champions, es que no deja indiferente, que es terreno abonado para la discusión y el interés general del aficionado. ¿Qué Madrid se verá hoy en el Calderón? ¿El del último partido de Liga en el mismo estadio? ¿O el de los recientes encuentros? ¿Y qué Atlético cabe esperar? ¿Aquel punzante y despiadado del 7 de febrero? ¿O el sobrepasado de la eliminatoria de Copa del año pasado entre ambos equipos?

Caben múltiples versiones. Vaticinar lo que va a ocurrir es imposible. El tópico de que cualquier mínimo detalle puede decidir una eliminatoria es real, muy real, a estas alturas, cuartos de final de la Liga de Campeones. Sí cabe especular con lo que no desean los técnicos. Porque, a buen seguro, lo que menos conviene al Atlético es un partido descontrolado y de ida y vuelta, un partido jugado a toda velocidad, donde el Real Madrid es letal, mucho más ahora con Modric y James totalmente recuperados de sus lesiones. Seguro que ese es un detalle que obsesiona a Diego Simeone, del que también es posible esperar alguna argucia táctica con la que sorprender, una vez más, a Carlo Ancelotti.

Del italiano cabe preguntarse si después de seis partidos jugados esta temporada ante el Atlético -ninguno acabó con victoria del Real Madrid- ha aprendido de una vez la lección. Las posibilidades del equipo blanco, al menos en el choque de hoy, pasan por ser más Atlético y menos Madrid pero sin dejar del todo de ser el Madrid. Es decir, el camino a seguir por los blancos debería ser el partido de ida de Copa jugado el año pasado, resuelto con un concluyente 3-0 por los hombres de Ancelotti.

Será precisamente ahí, en la medular, donde se ventile buena parte de la eliminatoria, que será para el que imponga sus bazas

Nunca como aquel día se pareció el actual Madrid más al actual Atlético. Lo superó en intensidad, esa palabreja tan de moda últimamente cuando se habla del fútbol patentado por Simeone, se pasó varias vueltas con la agresividad, no perdió un ápice de su personalidad, es decir, el juego a todo ritmo, las transiciones rápidas, el robo de balón en posiciones próximas a la portería rival y, también importante, minimizó las pérdidas propias. Aunque no es lo mismo jugar a domicilio que al abrigo del Bernabéu, aquel partido es el soñado por el Madrid. Como el liguero del pasado mes de febrero lo es para el Atlético.

El problema para el Atlético, y seguro que Simeone es consciente de ello, es una cierta inconsistencia que presenta últimamente en el centro del campo, camuflado en parte por el estado de gracia de Griezmann con sus goles. El problema del técnico argentino es que aunque Koke no deja de crecer, ni Thiago ni Gabi son los de hace un año, lo que disminuye la capacidad de control del equipo rojiblanco sobre el partido, precisamente lo que más le interesa. Aun así, Simeone cuenta siempre con la baza de ese agitador imprevisible que es Arda Turan, un tipo de futbolista al que al Real Madrid le cuesta frenar.

Será precisamente ahí, en la medular, donde se ventile buena parte de la eliminatoria, que será para el que imponga sus bazas. Si el Atlético es capaz de desactivar el centro del campo del Madrid y desconectarlo de su delantera, tendrá mucho terreno ganado. También si marca pronto y deja a los blancos que lleven el peso del juego. Si es el Madrid el que supera el campo minado que le espera y Modric, James y Kroos -con la incógnita de Isco como titular si Ancelotti opta por fortificar la línea de creación- activan a los tres de arriba, la batalla tendrá color blanco. O quizá nada de lo dicho sirva y sean esos pequeños e inesperados detalles (un error arbitral o de los porteros, por ejemplo) los que desequilibren un duelo que, una vez más, se presenta apasionante. No es casualidad que ambos equipos jugasen la final el año pasado.

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