Opinión

Una negra realidad

NO ES la primera vez que dedico esta columna a hablar de la violencia de género. Y, por desgracia, seguro que no será la última. No hay semana que no se sume alguna víctima más a esta lista negra. Resulta complicado, por no decir imposible, entender lo que lleva a una persona a matar a otra cuando ‘supuestamente’ la quiere o la quiso en algún momento.

Las campañas se intensifican para cercar a los maltratadores. En las escuelas se educa en igualdad. Y toda la sociedad muestra su rechazo a los comportamientos violentos. Pero siguen produciéndose. Las administraciones y las fuerzas de seguridad insisten en que es necesario denunciar para que puedan actuar, pero muchas agresiones se producen sin que hubiera denuncias previas. Algo falla a la hora de abordar esta problemática. Está claro que se trata de agresiones en un ámbito muy privado del que muchas veces somos reacios a hablar. Seguimos teniendo pudor a la hora de exponer nuestra vida privada y, sobre todo, cuando se trata de situaciones incómodas.

Nadie dice que la solución sea sencilla, pero urge. Urge acabar con una realidad que no entiende de lugares, clase social o edad.

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