Blog | Que parezca un accidente

Aznar y Jesse Pinkman

A veces uno debe dispararse en el pie para evitar que sea otro el que lo haga. Algo similar debió de pensar Pedro Ferrándiz cuando su  Real Madrid,  aquel que se convirtió en el primer equipo de la europa occidental en alcanzar una final europea, encajó un parcial en contra de 12 a 2 en los últimos dos minutos del partido de ida de cuartos de final de la copa de europa de 1962. El Ignis Varese, que jugaba en casa, había logrado empatar a 80 cuando restaban solo dos segundos para que se terminase el partido. La prórroga supondría una ventaja para los italianos, que, ante un Madrid castigado físicamente y cargado de faltas personales, obtendrían una renta muy difícil de reducir en el partido de vuelta. Había que evitar el tiempo suplementario a toda costa e intentar remontar en casa la diferencia más pequeña posible. Ferrándiz levantó a Alocén del banquillo y le dijo: «Ya sabes lo que tienes que hacer».

Lluis cortés  sacó de fondo, pasándole el balón a Alocén. Emiliano Rodríguez estaba a su lado y en el centro del campo esperaba Lolo Sáinz. Cuando todo el mundo esperaba que Sáinz recibiese e intentase una canasta a la desesperada, con apenas un segundo en la muñeca e Italia entera defendiendo frente a él, Alocén se giró hacia su propio aro y encestó. La grada italiana estalló entre carcajadas y burlas a Alocén mientras los jugadores del Madrid se abalanzaban sobre él y lo agarraban como si hubiese enloquecido. Su intención, sin embargo, era que el árbitro no pitase técnica y la canasta no fuese anulada. Se determinó así la victoria del Ignis Varese, y Alocén y los suyos se marcharon al vestuario. Para cuando los italianos se dieron cuenta de que el Madrid había evitado una prórroga que los condenaría y disponían de todo un partido en casa para remontar tan solo dos puntos ya era demasiado tarde.

La FIBA modificó el reglamento tras aquella jugada para que nadie más pudiese aprovecharse de la estrategia ideada por Ferrándiz, por lo que Alocén ha pasado a la historia del baloncesto profesional como el único jugador que se ha marcado una canasta a sí mismo. Una mancha mínima teniendo en cuenta el provecho obtenido a cambio.

El sacrificio por los demás, en ocasiones, puede terminar entrañando una privación ventajosa. La propia Biblia está llena de fábulas en las que al final todo el mundo sale ganando. Otras veces, sin embargo, la bondad de sus consecuencias resulta un poco más dudosa. Tanto para uno mismo como para los demás. Intuyo que las intenciones de Karmele Marchante cuando posó para la portada de Interviú ataviada únicamente con la bandera estelada eran las mejores. Barcelona bien vale una risa, debió de pensar. Al fin y al cabo, si el independentismo catalán necesitaba un impulso, merecía la pena hacer el panoli en una revista de tirada nacional. Otra cosa, claro, es que el gesto lograse el efecto deseado. Me pregunto cuántos simpatizantes del soberanismo caerían aterrorizados en brazos del constitucionalismo ante semejante estampa.

Pero hay una tercera clase de situaciones en las que son precisamente las buenas intenciones del sacrificio las que no están tan claras. Algunos medios sostienen que  José  María Aznar,  con  sus declaraciones, ha preferido dispararse en el pie antes de que lo haga otro. Meter una canasta en el aro de su propio equipo para así motivar a los suyos y llegar con opciones al partido de vuelta, el día 20 de diciembre. Otros opinan que, a pesar de sus honorables propósitos, la jugada le ha salido mal. Posar envuelto en la bandera del Partido Popular lamentando públicamente que ciudadanos les esté comiendo la merienda no ha hecho más que restar puntos a los suyos. Pero, como decía, hay un tercer grupo que quiere adivinar en la rajada del presidente de honor la candidatura del propio Jose María para asumir el timón de la nave en caso de estrellarse ésta contra el iceberg que él mismo anuncia. «Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros», que diría Pío Cabanillas.

Y lo más sorprendente es que los más afines a él defienden la escasa lógica de esta posibilidad, aduciendo que, salvo algún verso suelto, el expresidente ya no tiene peso suficiente en el partido como para ser quien sustituya a su sustituto. ¿Y entonces a qué viene este boicot? Si sus aspiraciones no son el provecho propio y el beneficio personal, ¿a qué viene este ataque en la línea de flotación de la actual cúpula del partido? Porque si uno quiere espolear a su propio equipo, lo hace en privado, analizando errores y diseñando una estrategia. No aireando sus vergüenzas delante de todo el vecindario como si fuese Javier Clemente en rueda de prensa.

Para Giulio Andreotti estaban «los amigos íntimos,  los  amigos,  los conocidos, los adversarios, los enemigos, los enemigos mortales, y luego los compañeros de partido». Una de las cosas que más  llegó  a  sobrecogerme  de Breaking Bad era la capacidad de Walter White para convencer una y otra vez a Jesse Pinkman de que todos los sacrificios que ambos realizaban, pero especialmente los que le realizaba Jesse, eran por el bien de los dos, cuando en realidad solo beneficiaban a Walter. Como por ejemplo asumir la accidental e imprevisible muerte de su novia, Jane, que en realidad había sido asesinada por Walter. O aceptar la casualidad en el envenenamiento del hijo de Andrea, cuando todo formaba parte del plan manipulador del señor White. En su última aparición pública, Jose María dijo que lo único que había hecho era diagnosticar la situación y aportar datos objetivos, sin ánimo de dañar la imagen de nadie. Cuando abandonó la sala, por megafonía comenzó a escucharse Baby Blue de Badfinger. Dios los cría.

Comentarios