Blog | Que parezca un accidente

Hacer la cama

UN DÍA cualquiera está formado por la sucesión de pequeños retos que lo dotan de sentido. Hacer bien la cama es uno de ellos. No debe reducirse a la consideración de acto mecánico o rutinario. No debe interpretarse como una pérdida de tiempo. Es una de esas tareas menudas y clandestinas a las que uno debe enfrentarse a diario con la esperanza de salir airoso porque de lo contrario el día entero podría venirse abajo. Es demasiado lo que hay entre manos como para hacerla a lo loco, sin prestar la debida atención.

Hacer bien una cama por la mañana entraña una serie de dificultades que requieren de cierta pericia y mundología. En primer lugar, es clave desayunar con cierta antelación para evitar el riesgo de desfallecimiento. Una taza de café suele bastar. Aunque no debe consistir, en cualquier caso, en un buen café. Un buen café lo disculpa todo. Te perdona el día, suceda lo que suceda a continuación. El primer café debe ser horroroso, casi malintencionado, para que a partir de ahí las cosas ya solo puedan ir a mejor. Hay personas que se preparan un café fantástico nada más levantarse todos los días. Incluso le añaden leche y azúcae. Cafés propios de un profesional. La vida no debe ser tan fácil y asequible. No se le debe dar la oportunidad de salir mal a lo que pueda salir mal.

El siguiente problema es el timing. ¿Cada cuánto hay que darle la vuelta al colchón? ¿Con qué frecuencia es recomendable cambiar las sábanas? ¿Y la funda? A esto se une el terrible dilema del embozo. ¿Tiene sentido colocar la sábana superior del revés para que al hacer la doblez junto a la almohada se vea del derecho? ¿No es acaso eso una vulneración flagrante del principio filosófico de no contradicción? ¿Desautoriza el embozo a Leibniz y a Spinoza, al persa Avicena, incluso a Platón y a Aristóteles, que en su Metafísica postula que «nada puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido»? ¿La doblez debe quedar por encima o por debajo de la almohada? ¿Debe doblarse solo la sábana o también la manta? ¿Es mejor hacerlo entre dos o uno solo se basta? En cierta ocasión, Yoko Ono dirigió la grabación de un álbum de los Beatles desde debajo de las sábanas. En el caso de esta mujer muy pocas cosas pueden sorprendernos ya, pero seamos sinceros: ¿qué autoridad podía tener alguien que hablaba desde una de las camas más miserablemente hechas de la historia?

Corría el verano de 1969. John conducía y Julian iba a su lado. En los asientos de atrás viajaban Yoko y la niña. A lo lejos, un coche circulaba hacia ellos ocupando todo el ancho de la carretera. John sabía exactamente lo que tenía que hacer. La tía Mater se lo había advertido. Retirarse a alguno de los apartaderos que se sucedían cada cincuenta metros, permitir que el otro vehículo recorriese el estrecho y único carril que bordeaba el lago Kyle of Tongue, y seguir su camino. Lo que hizo, sin embargo, fue caer presa del pánico a pesar de la lentitud con la que el otro automóvil se acercaba, soltar las manos del volante, salirse de la calzada y estrellar su coche en una zanja, provocando la hospitalización de todos los miembros de su familia.

No me da tiempo de hacer la cama con el rigor que el asunto requiere, así que será mejor que la deje para mañana 

Tras cinco días en observación, Apple Records reclamó la presencia de Lennon en el estudio, cosa que molestó tanto a John como a Yoko porque ella todavía necesitaba reposo y no querían separarse. Sin embargo, la grabación de Abbey Road no podía continuar detenida, y diecisiete puntos de sutura en la cabeza de un guitarrista, al fin y al cabo, no dejan de ser solo una forma primaria de rock and roll. Al día siguiente George Martin y Geoff Emerick enredaban en la cabina mientras Paul, George y Ringo afinaban y probaban los instrumentos. De repente, John y varios operarios entraron en el estudio y colocaron un somier y un colchón en el centro de la habitación ante la mirada atónita de todos. Cubrieron este último con sábanas y una manta y lo remataron con un almohadón. Tras ellos entró Yoko Ono, quien se metió en la cama y permaneció allí opinando y dando órdenes hasta que su marido y el resto de The Beatles terminaron de grabar el que sería el último disco de la banda.

Llama la atención la necesidad de John de tener a Yoko a su lado en todo momento, hasta el punto de ser incapaz de dejarla en casa y trasladar una cama a los estudios Abbey Road. Tal vez fuese, sin embargo, un exceso de permisividad de Lennon y en realidad todo se redujese a un capricho de ella, lo que no convertiría el episodio en menos sorprendente. Pero lo más asombroso de todo es, sin duda, la ligereza y desconsideración con que aquellos tres o cuatro hombres colocaron una estructura metálica y montaron sobre ella una cama en un abrir y cerrar de ojos. Como si hacer una cama fuese cualquier cosa. Como si se tratase de un asunto menor. Resulta intolerable.

He quedado con Santiago Jaureguízar en Ourense, en el Parque de San Lázaro, y llego tarde. No me da tiempo a hacer la cama con el rigor que el asunto requiere, así que será mejor que la deje para mañana. Porque para hacerla rápido y mal, lo mejor es no hacerla. De hecho, ese es el motivo por el que la dejo sin hacer todos los días. A mí me parece un razonamiento impecable y sin fisuras, qué quieren que les diga. No comprendo qué puede verle de malo mi mujer.

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