Opinión

Una palabra que nunca se debe decir

Hay momentos en la vida que hay palabras que es mejor no decir; en la reencarnación no sé, pero en la vida… en lo que es ir al súper y volver, por ejemplo, pues no.

El asunto fue que mi hermano y yo decidimos darnos un festín gastronómico, un premio, para entendernos, y como él es muy carnívoro compró dos chuletones que ni te imaginas, pero de casi medio kilo cada uno.

Vamos, lo suficiente como para salir de la carnicería y pensar si lo que llevaba en la bolsa realmente era carne, pesaba... joé lo que pesaba. Se lo comenté pero dijo que sí, que los chuletones son así; y yo, muy comedido y sin pestañear, cavilé, "pues si son así, así son". ¿Iba yo ahora a discutir lo que pesa una vaca?, pues no.

Total, que encendimos la parrilla, colocamos la carne y nos arreamos dos lingotazos de vino. Llegados a este punto hay que explicar que a mi hermano le va lo de cocinar y a mí, comer, con lo cual ambos estamos equilibrados, excepto en lo mental, que ahí le gano yo por goleada porque mi desquicie cerebral sobre pasa cualquier umbral. El de la pobreza, también.

Y así estábamos los dos cuando me acerco, toco el chuletón y entonces dijo la palabra que no se debe pronunciar. Nunca, jamás. Me miró, y en vez de decir, "aún no está" o "hay que pasarlo más", dijo: "deja que se cauterice". "¿¡¡Quééééé!!?", grité. "Que se cauterice", respondió.

Mira, fue decir cauterizar y te lo juro que por mi mente pasaron todas las películas de la II Guerra Mundial, ambulancias, hospitales, heridos, médicos con tenazas, con bisturís, con sierras…. sangre por todas partes y la enfermera coqueta que se enamora del soldadillo imberbe.

Imposible, imposible comer el chuletón; porque para mí ya no era un chuletón; para mí era el brazo o la pierna del cabo Williams, del capitán Smith o del mayor Anderson. No me entraba, no me entraba, ni pegándome varios trago-litros de vino tinto, ni así.

Mira que hay palabras en castellano, mira que hay, cerca de cien mil, pues va el carnívoro de mi hermano y justo se le ocurre una que no pegaba ni con cola: cauterizar.

Y esto no es lo peor; lo peor es que desde que dijo "cauterizar" llevo una semana que no puedo comer carne; y claro, o me vuelvo vegetariano o me da un arrebato y me apunto al canibalismo y entonces sí, entonces me como yo al Williams, al Smith, al Anderson y, se me apuras, a toda la Compañía. ¿Cauterizar?, que bestia de hermano tengo.

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