Opinión

Moldes sin extinción

ME LLAMA la atención la ingenuidad de Moldes al presentar sus obras de los años 80 –esa década eterna– como fundamentales en su carrera. Ingenuidad o, más bien, algo insólito en un artista: humildad. Porque basta echar un vistazo a esos cuadros para saber que Moldes y su carrera, aunque también retratados finamente, no son lo más importante de la exposición: éstos son cuadros fundamentales no para el artista sino para su objeto artístico, la ciudad y el pasado. Pontevedra y lo que fue, anticipando de alguna forma lo que será. Es decir, su pintura no se entiende sin la ciudad, pero la ciudad tampoco sin su pintura.

Cuanto más tiempo pasa más creo que el talento de un hombre lo construye la memoria: su capacidad para retenerla y transformarla, y traer de nuevo el pasado pegado a la atmósfera de entonces para dar el significado que entonces no dio. No, nada es lo mismo; sí, todo es igual. Moldes es un artista caníbal, un hombre de vientos salvajes que canaliza su fuerza bruta a través de una poesía delicada que toma cuerpo de pintura. Por eso Pontevedra Suite no sólo es uno de los grandes acontecimientos artísticos del año en la ciudad, sino también una exploración íntima del viajero privilegiado que regresa a tierra. Y aún algo más, el escaparate al que asomarse para ver la fastuosidad de un artista en plena construcción: la arquitectura de un mundo nuevo afectándonos a nosotros, sus objetos de deseo, y por extensión a la ciudad y su memoria colectiva. Hay una expresión muy sencilla que ahorra esta palabrería, aunque no sea muy académica: lo que Manuel Moldes hizo en los 80 respecto a Pontevedra es la hostia en verso, y así se constata en el Museo.

Lo hace con la mirada nueva, despojada de ruido pero con el bullicio de todo lo que le rodea agitándose dentro. Sólo entonces la creación tiene sentido, sólo entonces comienza a dibujarse algo con un sentido más allá de lo metafórico: algo real, que se puede sentir, que se puede acercar y hasta poner nombre. "A los que me conocieron y olvidaron, pues me dieron el trato que debemos esperar de los dioses propicios. A quienes he defraudado, a quienes han sufrido por mi causa. A mis enemigos, con agradecimiento por la atención que me prestan. A los que se han reído conmigo y de mí. A todo el que un día me dijo sinceramente: 'Estoy de tu lado'. A las que se fueron y a la que vendrá. A mis amigos y a ti, por si quieres llegar a serlo", dedicó Savater un libro, Invitación a la ética, que bien puede ser el epígrafe de Pontevedra Suite: todos estamos dentro y al mismo tiempo nos observamos desde fuera como en una época lejana no vivida sino por vivir, ya que el arte hace el milagro.

Moldes pertenece a una clase de artistas incrustada en una especie en extinción, la del que configura el arte de acuerdo con su tiempo y lo levanta al modo en que se levanta una lápida de resurrección. Si son necesarios hombres así no es tanto por la labor arqueológica que pueden llegar a hacer sino por su capacidad de adelantarse a todos y enseñar antes que nadie el espejo que devuelve una imagen inquietante. Lo que construimos y lo que dejamos de construir, lo que fuimos y lo que dejamos de ser. Estamos a tu lado.*

*Texto inédito que aparecerá en el catálogo de la exposición Pontevedra Suite, do Museo de Pontevedra

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