Opinión

Avances, ¿para qué?

SI LOS CÁLCULOS de la universidad de Oxford son fiables, un cuarenta y siete por ciento de los empleos podrían desaparecer por la tecnología, y el plazo está ahí: veinte años. Podría interpretarse como un avance de la ciencia, pero más cuerdo sería considerarlo un drama social. Cabe preguntarse cuáles son los límites de la investigación, y si de verdad compensan algunos denuedos científicos. Lo peor es que procesadores y algoritmos no entienden de conductas, y no atienden explicaciones para corregir abusos. El reto de los gobiernos de atenuar el paro acabará como el rosario de la aurora: tampoco tendrán capacidad de reconducir lo que decidan las máquinas. Parece ciencia ficción, pero es una amenaza palpable que borrará conquistas de cientos de años, tendentes a mejorar la calidad de vida, a la que, por lo visto, se le fue la mano en codicia. Pablo Gervás, doctor en informática y padre del robot poeta, predice un futuro en el que seremos nosotros, los humanos, quienes aprendamos de las máquinas inteligentes.

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