Opinión

Goce ofensivo

A Illa se le designó ministro de Sanidad para henchir la cuota catalana, en aras del cupo demandado. Su cartera, como otras varias de este Gobierno, emanó vacía de contenido, y la finalidad era la de pasar cómodamente distraído. No pudo ser; todo se torció con la pandemia y hubo de asumir una gestión (complicada) que le sobrepasó, hasta ser muy cuestionado por sus titubeos, contradicciones y ambigüedades. Intentó aparentar lo contrario, pero se le percibía desorientado. Así y todo, como masoquista que desveló ser, disfrutó del cargo, o eso dio a entender en la transmisión de poderes al augurar el mismo goce a su sucesora Carolina Darias, muy mal considerada (más bien desaparecida) en Administraciones Públicas. Cuando menos, el exceso verbal del filósofo Illa supuso una ofensa para quienes padecen (lo sufrimos todos, unos más y otros menos) los ramalazos de la epidemia, quizá sin querer agraviar, pero en situaciones tan sensibles, no hay excusa. Y dando continuidad el desatino, el nombramiento de Darias no parece el más idóneo para el desarrollo de una gestión tan comprometida; lo sensato hubiese sido designar a un profesional sanitario competente para reconducirla con sensatez y conocimiento, que a la ministra no se le supone.

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