Opinión

Grandío/Mallo

Pese a las objeciones de Ana María Matute demonizando al Café Gijón, al no concebir "la fascinación del lugar", calificando al dueño de "tipo antipatiquísimo" y a los asistentes a las tertulias de "mangantes, lázaros, vagos, sinvergüenzas de todo tipo y gente sin el menor interés", el Gijón fue lanzadera obligada para escritores, pintores, actores y artistas de pelaje vario, deseosos de acuñar celebridad. Bulleron entre ellos varios lucenses, citados habitualmente por Paco Umbral en sus columnas, como es el caso del escultor de O Corgo, el bohemio Otero Besteiro; el no menos bohemio poeta viveirense Carlos Oroza; la también provocadora poetisa de Viveiro Maruja Mallo, con su hermano Cristino; Uxío Novoneira y Tino Grandío, el reputado pintor de Lousada. Batallaban por la notoriedad, cada cual a su modo. Grandío, por ejemplo y según cuenta Manuel Vicent, se llamaba a sí mismo por teléfono desde una tasca cercana, El Guarro, para que el camarero del Gijón vocease su nombre: "¡Tino Grandío..., preguntan por Tino Grandío!", así hasta tres o cuatro veces. No estaba. También reseña Vicent que Maruja Mallo, cuando la promocionaba Gómez de la Serna, entró ruidosamente en bicicleta en la iglesia mayor de Arévalo, abarrotada de fieles en una misa de domingo.

Comentarios