Opinión

Incendios

LAS elevadas y agobiantes temperaturas, más que un preámbulo del verano que se aproxima, suponen una advertencia cierta para concienciarnos y adoptar precauciones ante la seria posibilidad de que se desaten los incendios forestales, que con mayor o menor intensidad se producen todos los años, aun siendo cada vez más los medios técnicos y humanos para combatirlos. La Xunta ya anunció que dispone de siete mil efectivos, ciento ochenta motobombas, una treintena de dispositivos aéreos y casi ciento cincuenta cámaras de vigilancia con el propósito, en este caso, de localizar e identificar a los perturbados. Todo será poco y no mucho se podrá hacer si no existe un mínimo de responsabilidad y cuidado a la hora de evitar las imprudencias, y sobre todo una predisposición por parte de los pirómanos a declinar de sus burradas, lo cual no es fácil por ser varios los factores que alientan sus incursiones incendiarias, nunca justificadas. Pero son difíciles de erradicar. Saben que es muy difícil probar su participación. Menos mal que además de los efectivos aportados por Medio Rural, más de la mitad de los concellos gallegos disponen de un plan antiincendios, vital a la hora de proteger los núcleos poblados, que en la mayoría de las ocasiones es la principal preocupación.

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