Opinión

Injerencia

TAN CIERTO es que las doce parroquias de Friol y dos de Guitiriz tienen todo su derecho a protestar por el traslado de su párroco, como que quienes consideren el pataleo fuera de lugar, lo expresen. Menos discutible parece que el Concello de Friol tome partido y estudie declarar por ello al obispo persona non grata, porque, además de oler a rancio, es mezclar churras con merinas. ¿Qué se le pierde a un ente corporativo y político inmiscuyéndose en un asunto religioso cuando precisamente lo que se reivindica es la separación de poderes? Además de carecer de ningún sentido práctico, es una injerencia (cacicada) que retrata perfectamente el anacronismo de un órgano que está, sí, para servir a los vecinos pero de otra manera. El traslado de un cura, decisión interna del obispado, no ha de servir para prejuzgar a la baja o desmerecer al sucesor sin conocimiento de cómo va a ejercer su labor pastoral. Además, las rotaciones en este y en otros casos no suelen ser malas; incluso a veces, necesarias. Por ejemplo, sin ánimo de comparar nada, Ferran Adriá reabre El Bulli, con 25 cocineros que relevará cada seis meses, huyendo precisamente de la rutina.

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