Opinión

Nuestro pan

EL PAN nuestro de cada día, mucho mejor si es gallego. Nuestro pan mantiene una justa fama, de excelente, ganada con el aval de muchas hornadas de aldea; calidad todavía más palpable cada vez que nos sirven otro fuera de Galicia. Para reforzar o conservar el prestigio, la Xunta creó recientemente un sello de calidad con la indicación geográfica Pan Galego, denominación de origen abierta a productores, molinos y panaderías ubicadas en la comunidad, exigiéndose que entre los ingredientes solo figurarán agua, harina, masa madre, fermento biológico comercial y la sal. Asimismo, se fijan limitaciones con las harinas, debiendo incluir un mínimo del veinticinco por ciento de harina de trigo autóctono cultivado en Galicia. Podrá ser reconocido en las panaderías por la contraetiqueta que lucirán cada una de las bolsas en las que se comercializarán las piezas. Todo el esfuerzo que se haga para preservar y regular la esencia del pan gallego siempre será insuficiente, pero también puede que, de alguna manera, se encorsete el proceso de fabricación, condicionando la creación o la saludable improvisación, falseando su naturaleza. Mucho cuidado. Ocurre, por ejemplo, con el aguardiente. Muchos consumidores aún recelan del etiquetado. Prefieren el casero de toda la vida.

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