Opinión

Pedro Sánchez

LA RAE ES clara al definir perseverar: "Mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en una opinión". Pero las obstinaciones pueden ser para bien o para mal. A Pedro Sánchez, por ejemplo, hocicando sus virtudes y defectos, nadie podrá negarle perseverancia, empeño y coraje por rematar la jugada. Su empecinamiento le lleva a la contumacia de intentar recuperar el liderato del PSOE, lo que unos, los fieles que le quedan, ven con buenos ojos y otros, los desencantados con su gestión, como un intento de liquidar el partido, alentado por el desafío personal de no dar el brazo a torcer, de saldar cuentas y vengar a quienes lo destronaron. Un revanchismo con más avaricia de defender intereses personales que de servir a la comunidad. Tras degradar al PSOE con los peores resultados de su historia en las dos citas electorales de las que fue responsable, aspira a recuperar su opción de revertir en las andadas, sin ningún propósito de enmienda. Y si no escarmienta, lo más probable es que su tornada, si es que lo consigue y le dejan, suponga certificar la defunción del puño y la rosa. Eso sí, le espera Pablo Iglesias para celebrarlo.

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