ES MUY loable cualquier intento de robustecer el sistema democrático, siempre y cuando las pretensiones no sean un aspaviento de galería. Incluso es plausible la intención de PSOE, Ciudadanos y Podemos de consolidar primarias en la composición de listas electorales, pero hay antecedentes que no lo hace creíble para llevarlo a la práctica.
Hay quienes, como el PP, que no están por el método; otros dicen que sí, pero a la hora de la verdad lo manejan para que el resultado encaje a gusto de los que deciden, utilizando el dedazo que más convenga. O sea, como si no. Son consideraciones y es probable, incluso, que prospere el proyecto. Y sería aceptable de no ser por una cosa: cargar los gastos al erario.
Siendo como es un asunto que incumbe al organigrama interno de los partidos, ¿por qué ha de financiarse con el dinero de todos? ¿Por qué no lo pagan los afiliados o la militancia de las organizaciones, tan en boga para otros menesteres? La pretensión se encuadra en la tendencia creciente de que el dinero público está para satisfacer todos los desenfrenos y perversiones en nombre de la libertad. Si tuviesen que ponerlo de su bolsillo, no moverían una paja.
