POR MOR de la segmentación partidista padecemos el Gobierno más atípico y grotesco de la democracia, cuyo puzle de funcionalidad no se ensambló ni se ensamblará por la disparidad de criterios, odios, intrigas y ambiciones de poder (agravado por incidencias colaterales imprevistas), desterrando el compromiso de servir al país, sin que se sepa muy bien cómo se zanjará el enredo, pero se intuye. Claro que al margen de la disgregación que oprime al Ejecutivo, por disimilitud de ideas y conceptos, está también el lado oscuro que ensonbrece el currículo y el cometido de la mayoría de los ministros, cosa que nunca ocurrió, agravado por el innecesario y elevado número de carteras, que complica aún más el saber quién es quién. Sería interesante un sondeo callejero para apreciar lo que el ciudadano ignora sobre la figura, personalidad o quehacer de quienes se sientan en el Consejo de Ministros. Existe el grupo (incluyendo a Sánchez) que está en candelero, más por sus desvaríos que por su gestión, o por sus ataques al Rey, caso de Iglesias o Garzón, o a la Justicia, como el pintoresco Castells. Por lo demás, ¿qué sabe nadie de los Maroto, Planas, Darias, Uribe, Campo, Laya..., lastrados por su insignificancia política o su lasitud? Muy conocidos en sus casas.
