Opinión

Quiere titulares

En todos los gobiernos, sean del color que sean, nunca faltan ministros pintorescos, por sus extravagancias o sus ínfulas. O, lo que aún es peor, por ser negados para ejercer el sustancioso cargo. Por no dar un palo al agua con exiguo tino. En el actual, hay varios con matrícula. Sobresale Irene Montero, la insólita titular de Igualdad, ignorada o refutada por su gestión, como no sea liarla, y notable por sus aporreos lingüísticos. Por su gamberrismo verbal, como la definía el jueves en este periódico Rafa Torres, quien sospecha que "algo muy gordo ha debido de hacerle el idioma, tal es el desprecio y la inquina con que lo trata". Lo más seguro es que su cortedad no sea solo por incompetencia. Se intuye intención en sus arrebatos. Una finalidad retorcida. Para que se hable de ella aunque no sea bien. Es consciente de que su actividad como ministra (la que debiera, que para eso cobra, y mucho) es irrelevante, plana, de nula seducción mediática, y por eso no se corta rompiendo moldes a costa de ridiculizarse. Pero que le asegura titulares. Y por si fuera poco, se lo permiten, sin que el presidente enmiende sus desvaríos o le convoque a capítulo para que no aumente el descrédito del Ejecutivo. Lo que más duele es que le paguemos muy generosamente por salirse del tiesto.

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