Siempre se pensó que ser aburrido no representa ninguna virtud para quienes renuncian al jaraneo. En teoría, los sosos topan más dificultades para entenderse o conectar con lo que les rodea que los bocazas y charlatanes, mejor dotados por naturaleza para engatusar al prójimo. Pero como el mundo anda tan excitado y da tantos vuelcos, alguien elaboró un informe o un estudio (nada se sabe de su rigor) y llegó a la curiosa y esperanzadora conclusión de que es la hora de los políticos aburridos, basándose en que los ciudadanos "valoran más a quienes no incomodan", quizá también porque son pocos y molestan menos si toca aguantarlos. Los prefieren a los que rezuman populismo. Ponen como ejemplo al electo presidente de Estados Unidos Joe Biden, que a decir verdad no parece ser muy divertido, sobre todo si lo comparamos con su desentonado antecesor. Y a Mario Draghi, que fue presidente del Banco Central Europeo, director ejecutivo del Banco Mundial y ahora anda para gobernar Italia. Tampoco es la alegría de la huerta. Se cita igualmente a Salvador Illa, otro abanderado del bostezo. Veremos si por no ser graciosillo consigue arruinar el cordón sanitario tendido por el independentismo, evitando así que renueve el aborrecible coñazo.
Buscar
Servicios
El Grupo
Comentarios