CULTIVAR la amistad, forjándola o en procura de sostenerla, es sin duda el más preciado don de las relaciones humanas. Por eso no tiene sentido lo dicho por Baroja: "Solo los tontos tienen muchas amistades", en contraposición a lo que dejó escrito Quevedo: "El árbol de la vida es la comunicación con los amigos; el fruto, el descanso y la confianza en ellos". En cualquier caso depende mucho del estilo o del método, sobre todo si por egoísmo personal se perjudica a terceros. Es el caso de algunos políticos que suman o fortalecen amistades sirviéndose de su posición para que se lo paguemos, recurso censurable, como sería el que se atribuye a Pedro Sánchez, coincidiendo con su periodo de vacaciones en el verano de 2019, entre el 6 y el 21 de agosto, en el palacio de las Marismillas, ubicado en Doñana. De acuerdo con lo publicado, invitó a su grupo de amigos de la infancia y adolescencia, acompañados de sus esposas e hijos, quienes disfrutaron de las instalaciones y servicios costeados con fondos públicos. No es que el país vaya a ser más pobre por el derroche, pero el recurso es ofensivo. Siempre que se le reprochó el uso de un avión oficial para sus asuntos privados, puso la excusa de razones de seguridad, que en este caso no puede argumentar. ¿O también?
