LO PEOR de los políticos al uso es que casi nunca cumplen sus promesas, las que en realidad, como bien se sinceraba Tierno Galván, están para ser incumplidas. Lo malo de Donald Trump es que sí las cumple a rajatabla, más que promesas desafíos, los que hizo en campaña. Es cierto que tan (para muchos) diabólico personaje (político) tiene descolocada a media humanidad, o a la humanidad entera; le cuesta asumir sus invectivas, porque rompen todos los moldes de la conciliación necesaria para la convivencia, pero también es verdad que no engaña a nadie si se tienen en cuenta su programa electoral, al que muy pocos daban crédito, excepto quienes le auparon precisamente por lo que prometía. Y gracias a ello ganó. Cierto es que, visto con ojos de quienes rechazan sus métodos, ni así se entienden sus desatinos, pero pudieron haberse evitado negándole apoyo a tiempo. Las protestas solo son andanadas de inconformidad, que no parece vayan a frenarle. Disfruta abriendo frentes, no cerrándolos, y eso aconseja buscar otras fórmulas. El diálogo, por ejemplo.
